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José Antonio Martínez-Abarca

El "pa negre" de cada día

Ha cumplido su objetivo de la temporada, el cine español. El Partido Comunista y la Academia de Cine, como no podría ser de otra manera, se reafirman. La triple papada de Leire Pajín gorgotea satisfecha.

El cine Español me recuerda a aquel Pecé (Partido Comunista de España) cuyos mandatarios provinciales llegaban a los pueblitos donde no tenía ni aparato, ni bases ni más votantes de los que se podían subir a una "montesa" y el único representante comunista en la localidad, algo desanimado, les preguntaba a sus jefes si dada la situación no era mejor adaptarse a los tiempos o incluso disolverse. Y los jefes respondían dándole, a su hombre en el pueblo, con el dogma en la cresta: "El Partido Comunista no cambia ni se disuelve, el Partido Comunista se reafirma". El cine español, como ha quedado claro en la última gala de los "goyas", ni cambia ni se disuelve, que sería lo lógico: el cine español se reafirma en lo suyo. El viejo dogma comunista. Con la expresa idea de hacer lo contrario de lo que desea el hipotético público que no quieren que se agolpe para ver sus películas, le han dado todos los premios a otra de esos filmes más o menos catalanes sobre la postguerra civil después de cuya visión hay que desparasitarse. La Academia se ha propuesto ver quién puede más y se marcha de las salas antes, si las películas que se hacen en el país o el último acomodador que todavía quede en pie.

El cine español se mostraba en esta última edición de los Goyas autocomplaciente, desafiante y eufórico, porque este ha sido el peor año de recaudación desde que se recuerda y casi se ha logrado largar ya de los cines a toda esa gente que, fenomenal impertinencia, incluso trataba de opinar sobre lo que quería ver. Sólo faltaría. Como si el cine fuese un entretenimiento. Como si fuese una industria. Como si fuese un arte. Como si fuese nada excepto lo que la Academia española dice que tiene que ser (de la denuncia del fascismo a la investigación en torno a qué huelen las nubes, o la lluvia) y además cuando le salga de los güitos. Cuando las masas de público mayoritariamente joven piden películas que les hagan olvidar, para no abismarse en las simas de la desesperación, que son la generación perdida del país, cuando quiere, en fin, cosas con cierto acabado lustroso, con actores que sepan recitar, con temática posterior a la invención del tergal y que si puede ser contengan unas risas, el cine de su Academia viene y como siempre les ofrece "pa negre", cartillas de racionamiento, chocolate de algarroba, feísmo de "disseny", maquis de los cuarenta que huelen a "patchouli" del verano del amor de los sesenta, demócratas estalinistas de toda la vida y los malos malísimos de siempre. Y todo a cargo del director que debutó en el largometraje con una agradable película sobre sadomasoquistas tetrapléjicos que además son pederastas nazis y gays. Eso es lo que el fiscal general Cándido llamaba "acompasarse al sentir social".

Ha cumplido su objetivo de la temporada, el cine español. El Partido Comunista y la Academia de Cine, como no podría ser de otra manera, se reafirman. La triple papada de Leire Pajín gorgotea satisfecha, apenas conteniendo la hinchazón que un día de estos explotará como la tripa del señor Creosota en El sentido de la Vida de Monty Phyton. La ministra Sinde hace palmas con las orejas. Casi no queda nadie ya entre los cinéfagos españoles que quieran ver lo que hacen las subvenciones del Ministerio con la condición humana. Con un empujoncito más, y premiando masivamente el año que viene alguna película de tesis que incluya algo de ajo, la Academia conseguirá lo que se propone. Que el público español adopte como propio el cine independiente montenegrino.

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