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Daniel Rodríguez Herrera

Los Goya de Álex de la Iglesia

Sí, hay que cambiar el modelo de negocio, pero internet no es la salvación del cine español. Mientras no dependan del público sino de los burócratas, les seguiremos ignorando y aborreciendo.

A lo largo de todos estos años que llevo de columnista en esta santa casa, he cambiado de opinión sobre muchos asuntos. He leído, he aprendido de otros que saben mucho más que yo y me he sorprendido de la cantidad de cosas que creía con lo que yo pensaba una profunda convicción y que en realidad no eran más que prejuicios sin base alguna. Y, encima, prejuicios equivocados de medio a medio.

Pero lo he tenido fácil. Mi sustento, la consideración de mis colegas, mi porvenir no dependían de que no cambiara de opinión, de que siguiera en mis trece. No es el caso de Álex de la Iglesia, un director cuyas películas he disfrutado en ocasiones y me han hecho dormitar en otras, pero que al menos siempre ha tenido claro que su trabajo consistía en entretener al público. Que no valía con hacer películas porque el Estado le pagara por ello. Que no había que ser un funcionario de las cámaras, tranquilo y con el culo bien cubierto de subvenciones.

"Hacemos cine porque los ciudadanos nos permiten hacerlo y les debemos respeto y agradecimiento", recordó en su discurso de la gala de los Goya. En lenguaje edulcorado, significa eso: que si hacen cine es porque se lo estamos pagando, queramos o no, con nuestro dinero. Y que dedicarse a insultar a los contribuyentes y llamarlos de todo menos bonitos porque se descargan cosas en internet, como que no. Que no se extrañaran de la aglomeración que TVE ocultó en su retransmisión porque "si queremos que nos respeten, hay que respetar primero".

Muchos no nos fiábamos mucho de la famosa reunión que organizó Álex de la Iglesia tanto con representantes de los internautas como con personajes que gozan en la red de "reconocido prestigio", que diría el legislador para ocultar que los políticos pueden nombrar a los licenciados en Derecho que les salga de la nariz para los más jugosos puestos. Pensamos que aquello podía ser un intento por parte del presidente de la Academia de Cine de hacer ver como que dialogaba. Pero es que el jodío escuchó a sus interlocutores. Y lo convencieron. Y cuando se aprobó la Ley Sinde, se dio cuenta de que ahora estaba en contra, y que como la profesión no compartía su opinión, tenía que dejar de representarla.

¿Alguien recuerda un caso similar? ¿En España?

Quizá padece Álex de la Iglesia del fanatismo del converso. Sí, hay que cambiar el modelo de negocio, pero internet no es la salvación del cine español. Da lo mismo lo bien que se adapte el gremio a las nuevas tecnologías. Mientras no dependan del público sino de los burócratas de todos los partidos y administraciones, mientras sigan plasmando sus prejuicios ideológicos en el celuloide que todos les pagamos a punta de pistola les seguiremos ignorando y aborreciendo. De nuevo, con las excepciones de rigor. Como la de alguien que, parece, sí ha estado "a la altura del privilegio que la sociedad nos ofrece". Al menos por esta vez.

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