Los guionistas de ETA
Frente a lo que pretenden sus ilustres abogados de oficio, la ETA que se esconde bajo las faldas de Sortu no es hija putativa del franquismo, sino de la Transición y la temeraria negligencia histórica que con ella brotó.
Demasiado cobarde para luchar y demasiado gordo para salir corriendo, ese Odón Elorza, de San Sebastián, a mí siempre me ha recordado al protagonista de La historia de un idiota contada por él mismo, aquella novela de Félix de Azúa. Un tipo que, al modo de Odón, había comprado todas las coartadas ideológicas de la épica insurreccional con tal de huir de la vida adulta y sus áridas responsabilidades. Proceder típico, por lo demás, de una generación de señoritos que, en palabras del propio Azúa, se creyó llamada a dirigir la revolución y acabó dirigiendo un departamento municipal. Ésa que aún no ha dejado de rendir culto al santoral mitológico en el que ETA tiene su altar de honor junto al viejo póster del Che Guevara y la quimera ya algo prostática del mayo francés.
Así, el niño Elorza, como el prosista Cercas o el orgánico Ramoneda, anda estos días muy ocupado en buscarle analogías morales al partido de Miguel Ángel Blanco con el de los matarifes de Miguel Ángel Blanco. Que "entre el franquismo y la derecha también hubo continuidad", viene de deponer en auxilio retórico del enésimo disfraz de Batasuna. Pues, igual que en los demás casos, se trata de vindicar la legitimidad, si no política sí sentimental, del discurso de las pistolas. ETA, nos pretenden hacer creer, representaría la última rémora fatal de la dictadura, de ahí la pertinencia tanto del olvido como del perdón.
Obviando la clamorosa evidencia estadística de que ETA ha matado, sobre todo y por encima de todo, en la democracia y contra la democracia. Al punto de que el noventa y cinco por ciento de sus crímenes –811 sobre un total de 857– los ha cometido con Franco amortajado bajo una losa de mil quinientos kilos en el Valle de los Caídos. Y es que, frente a lo que pretenden sus ilustres abogados de oficio, la ETA que se esconde bajo las faldas de Sortu no es hija putativa del franquismo, sino de la Transición y la temeraria negligencia histórica que con ella brotó. La que por aquel entonces llevó a amnistiar su reguero de sangre sobre la Tierra a cambio de nada, ni tan siquiera de un falsario "lo siento". Tal como otra vez ansía Odón.
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