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Egipto: el fin del principio

Un liderazgo firme por parte de Estados Unidos es más importante que nunca. Respecto a Egipto, la prioridad para la política de Estados Unidos debería ser fijar claras expectativas para un Gobierno responsable.

A las 17:34 del viernes, el vicepresidente egipcio Omar Suleiman anunciaba: "Ante las graves circunstancias que atraviesa el país, el presidente Hosni Mubarak ha decidido renunciar a su cargo como presidente de la república".

La salida de Mubarak se ha considerado de largo ya un requisito previo para la transformación del Gobierno. Sin embargo, su salida ni siquiera significa que la crisis haya terminado. Los militares han sido importantísimos encauzando la respuesta del Ejecutivo y ahora, con la salida de Mubarak, las fuerzas armadas –una de las pocas instituciones del Gobierno ampliamente respetadas en ese país– tendrán la responsabilidad de encauzar el proceso de transición.

Los militares egipcios se enfrentan a muchos desafíos: restaurar el orden, combatir la violencia, asegurarse de que no se derrumbe la economía y dirigir un proceso político que conceda tiempo y espacio para que se oigan las diversas voces del pueblo egipcio.

La necesidad más acuciante de Egipto es la reforma económica que mejore la vida y el sustento de sus ciudadanos y que cree una plataforma que permita prosperar a la sociedad civil. Si se permite que la Hermandad Musulmana o la "vieja guardia" del país se adueñen de la revolución, nunca se podrán satisfacer las necesidades y las aspiraciones del pueblo egipcio y el país podría convertirse en un Estado autoritario incluso menos deseable que el régimen de Mubarak.

Todo lo que sabemos con certeza es que la situación de Egipto seguirá siendo presumiblemente cambiante durante semanas, meses y hasta años. Además, puede que lo acaecido en Egipto no sea lo último que Oriente Medio haya visto de su histórica transformación.

Un liderazgo firme por parte de Estados Unidos es más importante que nunca. Respecto a Egipto, la prioridad para la política de Estados Unidos debería ser fijar claras expectativas para un Gobierno responsable. Sea cual fuere el régimen que emerja en el Cairo, debería respetar la libertad y los derechos humanos de sus propios ciudadanos, particularmente los de las mujeres y los de la minoría cristiana de Egipto que comprende cerca del 10% de la población del país.

Estados Unidos también debería enfatizar la importancia del cumplimiento de las obligaciones legales de Egipto conforme al Tratado de Paz de 1979 entre Egipto e Israel y de asegurar el derecho de paso comercial a través del Canal de Suez.

El acercamiento al nuevo régimen de Egipto es sólo uno de los pasos a dar en el apropiado ejercicio del liderazgo americano. En vez de dejar a la administración libre de responsabilidades, la salida de Mubarak marca hoy un nuevo comienzo para Washington ya que tiene que mejorar su desempeño para así mantener el ritmo de los cambiantes acontecimientos en esa parte del mundo.

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