Vaya por delante que, por lo que sabemos de los estatutos del "nuevo" partido con el que el irredento brazo político de ETA pretende permanecer en las instituciones, en ellos no se condena el terrorismo. Al limitarse a un "rechazo" genérico a la violencia, "incluyendo la de ETA", lo que se hace es equiparar el legítimo uso de la violencia por parte de un Estado de Derecho con la que practica una organización criminal, frente a la que se quiere simular autonomía. Téngase en cuenta, además, que estas afirmaciones de los batasunos en modo alguno suponen una colisión con lo manifestado por la propia banda terrorista en su comunicado de tregua que, al igual que en las anteriores, permanece fiel a aquella máxima casi fundacional de ETA que en su V asamblea dictaminaba que "cada tiempo exige unas formas organizativas y de lucha específicas".
Con todo es innegable el deseo de los batasunos por burlar la Ley de Partidos –eso sí, con las mínimas renuncias y abdicaciones posibles a sus "principios" y a su razón de ser–, tal y como con éxito han logrado hacer hasta ahora. El mismo cambio de siglas es una muestra de esas "fórmulas" con la que la dirección de ETA ha sido condescendiente con tal de no perder esa portavocía política y subvención pública para la que fue creada Herri Batasuna. El vocero de la banda, Arnaldo Otegi, explicaba muy bien en un libro entrevista Mañana, Euskal Herria, publicado en 2005, por qué, a pesar de las ilegalizaciones sucesivas (EH, ASB, Aukera Guztiak, EHAK, ANV...) los proetarras han ido ensayando diversas fórmulas para, pese a todo, estar presente en las elecciones: "Porque nosotros no vamos a regalar nuestra base electoral a nadie. Nos ha costado mucho esfuerzo construir esa base popular. En segundo lugar, para demostrarle al enemigo lo inútil de su estrategia. Y eso ha quedado demostrado".
Más recientemente, en su última entrevista a Gara, Otegi dejaba aun más en evidencia que no se trata de una conversión sincera, sino meramente táctica y subordinada a los objetivos por los que ETA siempre ha declarado treguas o pegado tiros en la nuca: "El precio de aceptar las condiciones de la Ley de Partidos es insignificante si lo comparamos con el precio que pagaría nuestro pueblo si no estamos en las mejores condiciones para avanzar en el proceso de liberación nacional. Y en segundo lugar, hay un único precio que no pagaríamos jamás: renunciar a la lucha por conquistar una Euskal Herria independiente y socialista".
La brillante conjunción que hace este canalla de pragmatismo, por una parte, y de fidelidad a los "principios" últimos, por otra, no es nueva. Y ciertamente su particular "París bien vale una misa" es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que, desde hace mucho tiempo, la principal fuente de financiación de la organización terrorista es la que le ha procurado el Estado español.
Digo, además, que esta flexibilidad de los terroristas y de sus voceros para burlar los imperativos legales no es nueva, sino que es el resultado de un debate interno que se ha producido en ETA cada vez que se ha planteado la conveniencia de llevar a cabo una tregua, ya fuese para hacer "avanzar" el Estatuto de Guernika, para "pulsar" mediante conversaciones la firmeza del Gobierno de turno, para llevar a cabo tareas de rearme y reorganización interna, para favorecer electoralmente a Herri Batasuna o, más recientemente, para verificar que los separatistas cumplían con lo pactado en Estella o que Zapatero cumplía con los compromisos adquiridos en una prenegociada tregua.
Como también señalaba otro histórico batasuno, Tasio Erkicia, "nadie ni nada nos debe alejar de nuestros objetivos, pero la habilidad para superar las trampas que nos impone el sistema es parte de nuestra estrategia política. La firmeza y la inteligencia son parte substanciales de un proceso de cambio y transformación social y política".