Homer Simpson llegó a decir que "ahora con internet los niños se crían solos". Es algo jocoso dicho por un idiota, pero no se rían, porque lo de que "los niños con los ordenadores aprenden solos" es lo que sostiene la pedagogía progresista, o sea la Pedagogía.
Tal aserto debería mover también a la risa si no fuera porque van en serio. Educación oculta que los niños que usan el ordenador en clase o en casa saben menos que los que no lo usan. Eso debería ser evidente para un ser con dos ojos que observe para qué los usan los chavales, pero no para un pedagogo del Ministerio, que siempre está a la búsqueda de una revolución pendiente. La pedagogía sigue con la visión marxista de que la tecnología es un elemento revolucionario que por arte de la magia dialécticalo cambia todo: para Marx, el arado creó la sociedad feudal y la máquina de vapor crearía la utopía comunista pasando por el capitalismo.
Lógicamente, cuando se inventó la televisión, los pedagogos pensaron que el mundo iba a cambiar y se podría acabar con la ignorancia poniendo una tele en cada aula. Pensaban que los campesinos y los negritos se quedarían extasiados ante charlas de matemáticas de los mejores profesores, en lugar de usar la tele para ver las rodillas de las actrices. Lógicamente fue un fracaso. De nuevo, cuando surgió internet las cosas iban a cambiar. Por fin había conocimientos al alcance de la tecla y se podían apartar los exámenes, las clases magistrales y en general todas esas tradiciones retrógradas para entrar en la era del conocimiento.
Para la pedagogía progresista no es necesario enseñar materias, sino que lo importante es la Educación para la Ciudadanía, pues así siempre serán ciudadanos. En cambio, ¿para qué van a estudiar literatura o matemáticas si al final un niño de mayor va a ser mecánico? Se trataría de enseñar a aprender a buscar conocimiento. Con internet, que
aprendan sobre la marcha lo que necesiten aprender en cada momento y listo; o sea,
se les entregan materiales, se les enseña a navegar y ya está. Y por supuesto, mucho, mucho adoctrinamiento para que voten lo que tienen que votar y no a los casposos representantes del pasado.
Todo esto son barbaridades propias de un fanatismo que, si no se detiene a tiempo, va a ser peor que el de sus padres ideológicos, los totalitarios del siglo XX. Por sentido común, si a los alumnos no se les conduce, se entregarán a unas inclinaciones que no van
precisamente en la dirección de aprender Matemáticas o Historia, sino en la dirección de los juegos violentos, formar pandillas, pelearse, luego más tarde cotillear, el amor prematuro, imitar ídolos triunfadores... y todas esas cosas conocidas de niños y adolescentes. Esas son inclinaciones que en el pasado evolutivo servían para sobrevivir y reproducirse a corto plazo. Los niños y adolescentes vienen instintivamente preparados para lo peor, es decir, para vivir una vida peligrosa y corta, sin atenciones.
Incluso la preferencia de los niños por los dulces sobre las verduras o por el filete de ternera obedece a una razón evolutiva cortoplacista: el azúcar y los hidratos son energía que se pueden aprovechar inmediatamente para correr, mientras que el filete y la
verdura sirven para crecer, es decir, para producir tejido estructural a largo plazo. La labor ahora de padres y educadores es, por tanto, apartarlos de los videojuegos violentos y del chat en los móviles para obligarles a estudiar. Y enseñarles respeto en lugar de comportarse como chulos pandilleros. Es tan natural y necesario para ellos educarlos reprimiendo sus inclinaciones naturales como obligarles a comer filete o verduras en lugar de atiborrarse de dulces o caramelos.
La enseñanza nunca puede ser pasiva. Los ordenadores no enseñan, solo amplifican sus inclinaciones. Si a un niño no se le muestran caminos que por sí mismo nunca recorrería, ¿cómo va a tener la opción de recorrerlos en la vida? La pedagogía actual es perfecta para producir los cretinos que necesitan los políticos.
Y no puede haber educación sin autoridad. Pero eso es para otro artículo.