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Pablo Molina

Cosas que no van a cambiar

En contra de lo que sugiere González-Sinde, todo parece indicar que al consejero de Cultura y Turismo de Murcia le han roto la crisma no por formar parte de eso que se ha dado en llamar "las gentes de la cultura" (sic), sino por pertenecer al PP.

La investigación de una agresión por motivos políticos es más complicada que, pongamos, un delito pasional o un robo, porque mientras en estos dos últimos casos el abanico de sospechosos es reducido, en el primero hablamos de todo un universo lleno de complejas relaciones que es necesario desentrañar hasta dar con los vándalos responsables del suceso.

Es necesario tener esta circunstancia presente, porque la investigación del atentado contra el consejero de Cultura y Turismo puede experimentar ciertos contratiempos fruto de esta complejidad, que pueden desviar la atención mediática y ciudadana de lo sustantivo. Y lo trascendente, en términos políticos, es que este alto cargo del PP ha sido colocado en la diana de la infamia colectiva a impulso directo de los dirigentes del partido rival. Sí, el Partido Socialista de la Región de Murcia guión Partido Socialista Obrero Español, para que no queden dudas.

Aunque finalmente los agresores de Pedro Alberto Cruz hayan sido los integrantes de un comando de sexagenarios de misa diaria afiliados al PP descontentos con la gestión de ese partido, nada cambiará el hecho de que, desde hace meses, los socialistas murcianos llevan trabajando en una campaña que busca atacar al consejero de Cultura en términos personales, por ejemplo utilizando su supuesta condición de sobrino del presidente a sabiendas de que es, también, mentira.

Tampoco ha de cambiar la valoración que los ciudadanos deban hacer de una candidata a la presidencia de la comunidad autónoma por el partido socialista, que advertida personalmente por la víctima de que los argumentos que utilizaba ese partido en su contra eran falsos, insistiera en que su "deber" era utilizar políticamente todo lo que considerara pertinente, como ha relatado públicamente en esta casa uno de los principales colaboradores del consejero.

Sea quien sea el que haya apalizado a Cruz o contratado a los matones para llevar a efecto el encargo siniestro, nadie puede eludir tampoco el hecho de que en las manifestaciones convocadas por los sindicatos de funcionarios, algunas de ellas ilegales, se ha paseado el nombre y el rostro del consejero como un espantajo contra el que cabían los mayores insultos para regocijo de los asistentes.

En contra de lo que sugiere González-Sinde hoy en un medio nacional, todo parece indicar que al consejero de Cultura y Turismo de Murcia le han roto la crisma no por formar parte de eso que se ha dado en llamar "las gentes de la cultura" (sic), sino por pertenecer al Partido Popular, que es algo ciertamente distinto. Si tiene alguna duda, la ministra sólo tiene que pedir a sus compañeros y compañeras de partido en Murcia que le envíen un archivo con las ideas-fuerza que han puesto en marcha a lo largo de los últimos meses para desacreditar al que ella define en su artículo encomiástico como "abierto e integrador". Mejor se lo envían en papel, no sea que lo hagan por internet y acaben colapsando el servidor del ministerio.

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