Acaba de decir Javier Arenas –tras una victoria judicial sin precedentes sobre la Junta de Andalucía y el PSOE que obliga a José Antonio Griñán a abrir expediente a Manuel Chaves por el caso Matsa, al tiempo que acusa al propio Griñán de arbitrario e injustificado por no abrir ese expediente en su día– que el PSOE teme más perder Andalucía que perder España. Bueno, es que es lo mismo. Perder en Andalucía es perder en España tras la debacle catalana de Montilla. Si además el PSOE pierde en Castilla la Mancha y en Extremadura, entonces el PSOE no sólo estará perdido sino desaparecido.
Pero para ganar en Andalucía, aún queda mucho. Es evidente que las encuestas advierten del temporal. Es comprobable cómo el desánimo cunde entre las huestes del antaño pétreo PSOE andaluz y cómo las primeras ratas saltan del barco a la busca de cobijos más rentables. Es síntoma inequívoco que el miedo, sí, miedo, empieza a circular en la dirección contraria a cómo ha circulado desde 1982. Es una señal, no de humo precisamente, de que el conflicto con los empleados públicos esté saturando las carpetas de los periodistas de investigación, que aún quedan, de jugosos escándalos que perjudicarán al PSOE y a sus aliados. Es un rosario de hechos bien enhebrados el proporcionado por José Antonio Griñán a su adversario, Javier Arenas, para munición gratuita: sobre todo, el equipo que dirige el PSOE andaluz, un grupo sin edad, sin ideas, sin... valores y sin ejemplaridad personal. Recuerden el caso Velasco, subvenciones a la esposa, y quizá veamos un caso Mario Jiménez, de algo más que subvenciones. Y otros casos.
Pero todo esto sirve para desgastar al partido del Gobierno, para desanimar al votante socialista, para fortalecer el propio ánimo y para cargarse de razón política y moral. Pero no genera por sí mismo ilusión, más bien siembra la desilusión y el desagrado por la política supuestamente democrática de quienes han escrito la historia regional de la infamia durante 30 años.
Lo que aporta votos, lo que genera apoyos y lo que suscita confianza y convicción es un programa de regeneración y reforma de Andalucía que la haga pasar de la situación de postración y dependencia en la que se encuentra desde principios del siglo pasado a un futuro esplendoroso de empleo, bienestar y cultura. Para ello hay que invertir, en dos sentidos. Invertir recursos e invertir la marcha, el rumbo y el ritmo hasta recuperar la Andalucía rica, culta y ejemplar que debemos ser.
Vean los mapas sobre el Índice de Desarrollo Humano desde 1930 hasta el año 2000 aportados en el trabajo Diferencias Provinciales de bienestar en la España del siglo XX, de Antonio Escudero e Hipólito Simón. En ellos puede comprobarse fácilmente cómo el color pálido de las zonas subdesarrolladas de España no ha cambiado de lugar en 70 años. Si Javier Arenas quiere ganar, no sólo por el derrumbe del adversario sino por méritos propios, debe explicar y difundir cómo su reforma, la reforma Arenas, va a conseguir el verdadero cambio andaluz: el fin de la dependencia, el principio de la empresa andaluza como sustento básico de la economía y la sociedad abierta españolas y el asentamiento definitivo de la confianza, el derecho y la igualdad real de oportunidades en una región privilegiada en todo, menos en dirección y sentido común.