La madurez no es trendy
El País, sin ir más lejos, publicaba en la portada de su dominical un reportaje que llevaba por título El último tabú: Sexo después de los 60. Como si se tratara de unos nonagenarios a punto de lograr las pruebas del Ironman. Vértigo me da.
Los mayores son cada vez menos fashion en nuestra sociedad. A mí, sin embargo, siempre me han gustado. Me explico. No vayamos a confundir mi gusto por la experiencia, por el poso de los años, por la acumulación de historias, por conversaciones originadas desde otras ópticas y alturas con otro tipo de gustos. Que quizás también, pero no viene al caso ahora.
Procuraré explicarme. El caso de Miriam O´Reilly, la periodista que demandó a la BBC por haberse sentido discriminada debido a su edad y a la que los tribunales británicos le han dado la razón por haber quedado probado este hecho de manera más que evidente, al relegarla, junto a otras compañeras de más de cuarenta años y tras haberla aconsejado a liquidar sin piedad sus arrugas y canas ha querido coincidir en el tiempo con el borrador del Anteproyecto de Ley sobre Igualdad de Trato y No discriminación en España.
Así, a pesar de que el envejecimiento de la población es la causa de no pocos problemas y conflictos, como en lo que atañe al sistema de pensiones, sanidad o leyes de dependencia, sabemos entonces que uno quedará solventado: la No discriminación por razón de edad.
En España nos hemos acostumbrado demasiado rápido a que los rostros de las principales cadenas de televisión luzcan cutis inmaculados y la juventud –en el caso de ellas– aflore por cada uno de sus poros. En el de ellos, se les permite el lujo de mostrar cuidadosamente sus canas, con el tono de piel acorde a una vida mediterráneamente saludable.
Vemos caras poco maduras en centros de atención al público, en establecimientos de ropa y complementos, en locales de ocio y en restaurantes, salvo, claro está, en los históricos y en los de toda la vida. Por supuesto, los bufetes y firmas de consultoría están repletos de muchachos y muchachas que están dispuestos a trabajar mucho más por mucho menos, con lo que los mayores se van viendo empujados y arrinconados en nuestra sociedad. Y no nos estamos refiriendo a los principales representantes de entidades bancarias o grandes empresarios. Obvio.
Cuántas caras conocidas de TVE se habrán sentido como O´Reilly en los últimos tiempos. Cuántos periodistas se han visto sustituidos por bellos rostros que, sin dudar de la profesionalidad de algunos, no tienen ni la mitad de recorrido que aquéllos cuando empezaron sus trayectorias profesionales. Y por no hablar de la confección de una lista electoral, donde el DNI le ha jugado una mala pasada a más de uno.
Alguno podría estar pensando. Bueno, es lo que tiene la competitividad. El mercado, ya se sabe. Pero no. Porque, ya me he referido a ello en alguna otra ocasión, en la gran nación del capitalismo se tiene mucho más respeto y admiración hacia el senior que aquí. En Estados Unidos combinan a la perfección experiencia y talento. Y salvo en Wall Street o en Hollywood, dos focos bien diferentes pero en los que cumplir años no es tarea fácil, es muy común ver a rostros realmente maduros en primera línea.
Vean, si no, a los principales expertos en economía, en finanzas, en historia o en política que acuden a diario a los platós norteamericanos. Vean a los más famosos entrevistadores y presentadores de los denominados late show, o cómo no, a la archifamosa Oprah Winfrey. Vean también los propios rostros de los commercial o a los dependientes de Bloomingdales o Brooks Brothers. O a los profesores universitarios. O a los médicos más reputados.
Vean –esto es lo que más me gusta– cómo aplauden hasta reventar a sus mayores en un espectáculo. En un concierto, en un teatro, en una sala de conferencias. O vean también a un estudiante en el campus de Harvard compartir una mesa con un capuccino y departir alegremente con un más que maduro norteamericano mientras disputan una partida de ajedrez.
En definitiva, asimilar lo bello y lo bueno a lo más joven no se corresponde necesariamente con lo mejor. Hay muchísimos jóvenes con enorme preparación, con talento y con admirable espíritu emprendedor. Por supuesto. Cada vez más, de hecho. Pero en Estados Unidos saben optimizar todos los recursos y saben cómo aprovechar lo mejor de cada uno. Tampoco tengo dudas al respecto.
El País, sin ir más lejos, publicaba en la portada de su dominical un reportaje que llevaba por título El último tabú: Sexo después de los 60. Como si se tratara de unos nonagenarios a punto de lograr las pruebas del Ironman. Vértigo me da.
Aunque a la vista de nuestra pirámide de población, llamar sexagenario a Álvarez-Cascos pasará a convertirse, en no mucho tiempo, en un auténtico piropo. Incluso para ser candidato.
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