¿Entraría en la próxima ley de Pajín contra todo tipo de humillaciones –a saber: por raza, sexo, edad, religión...– la "humillación evidente" que supone para un cristiano lo que se está representando en el Centro Dramático Nacional?
Como así refiere el periódico La Gaceta, una blasfemia pagada con dinero público. Sí, de todos, también de cristianos. ¿Existe tan poca permeabilidad entre ministerios, o es que González-Sinde ha hecho oídos sordos, en su poltrona de la Cultura, ante lo que recientemente ha manifestado públicamente su colega de la Igualdad? ¿O es que quizás Pajín, en connivencia ideológica con González-Sinde, tiene en mente contemplar excepciones en su aparente deseo de no humillar a nadie, como con aquellos que profesan la fe cristiana?
En realidad, teóricamente, la titular de Sanidad, Política Social e Igualdad no habría hecho nada nuevo, sino desarrollar por vía legislativa para hacer sancionable por incumplimiento, lo que ya está amparado por la Constitución Española. Así se expresa en su artículo 14: "Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social". Sin embargo, desgraciadamente, algunas autoridades públicas llevan desde hace tiempo mirando para otro lado, a nadie se le escapa este detalle, ante las frecuentes ofensas públicas que se dirigen contra quienes profesan la religión cristiana.
A menudo nos topamos con contradicciones en los comportamientos de quienes nos gobiernan. Y es que, con esta tendencia que tienen tan acusada de sectarismo, así es imposible. Esta es sólo una más... y es esto precisamente lo que puede llegar a desgastar más a los gobernados de cualquier país: la falta de credibilidad. No es posible mantener la confianza ante quien constantemente incurre en contradicciones de todo tipo, y las económicas no son las únicas. No se trata ya de ser de un partido o de otro por mayor afinidad ideológica o programática. Uno, a la hora de la verdad, lo que quiere es que el país funcione, sobre todo si ve reflejada esta realidad en los que tiene más próximos.
Lo que acontece a nuestro alrededor, con un radio de alcance que suele trascender lo que directamente incide en nuestro ámbito personal, tendemos finalmente en conciencia a evaluarlo según el grado de verdad y de justicia alcanzado. Y en consecuencia, es inevitable sentir ánimo ante el recto proceder de quienes nos representan, o por el contrario, desaliento, si ese proceder está repleto de contradicciones que nunca se reconocen, y menos, se rectifican, en honor a la verdad y a la justicia. Como diría Julián Marías, necesitamos saber a qué atenernos. Por ejemplo, ¿considerará Pajín por fin sancionable, una vez que entre en vigor su anunciada Ley "para construir una sociedad que no humille a nadie", a quienes en ciertos desfiles, haciendo alarde de su condición homosexual, se atrevan a insultar, vejar, ofender... en definitiva, a humillar, a religiosos y seglares católicos? Eso está por ver...