Jugada maestra de Artur Mas. Ni sociovergencia ni gaitas, ciuvergencia a secas. Gobierno sin oposición por muchos años. Tres novias solícitas y celosas: PPC, PSC y ERC. Todas quieren quedar en el reservado con el galán y todas recelan de las otras. Mientras, Artur Mas le hace una carantoña a una para pasar el trámite de la investidura y sonriese a las otras dos para mantenerlas entretenidas en sus esperanzas. Las sacará a bailar según medida. Como la elección de los palos de Gol, uno para cada golpe.
Es la hegemonía de la derecha soberanista catalana, paciente y astuta que amamanta a los futuros soberanistas impacientes con el presupuesto de la Generalitat a través de las subvenciones, la escuela, la lengua, y el reparto de licencias de medios de comunicación. Una hegemonía compartida con ERC y PSC, pero gestionada sin estridencias por el pujolismo. De nuevo el pujolismo, esa filosofía paciente de ir socavando los cimientos de la nación española poco a poco en espera de una mayoría social que la hunda de forma natural e irreversible.
Por eso no ha pactado con el PPC. Primera jugada maestra. Los 62 escaños le permitían pactar con cualquiera y eso le daba la oportunidad de lanzar a su electorado el primer guiño: no pactaremos con "los traidores a Cataluña", a lo sumo pactaremos cuestiones de intendencia, cosa que el electorado de CiU siempre perdonará e incluso aplaudirá porque la pela es la pela. La batalla hoy no está entre derechas e izquierdas, sino entre constitucionalistas y nacionalistas. Duro escarmiento para la derecha mediática española.
Tampoco con ERC. CiU prefiere el chantaje permanente del soberanismo infinito al órdago del independentismo que hoy por hoy perdería. Y lo sabe. Sería como matar a la gallina de los huevos de oro. Mientras sea una amenaza, el chantaje servirá; una apuesta perdida acabaría con el negocio nacional.
Artur Mas, sin embargo, sí ha preferido pactar puntualmente la investidura con el PSC, un sucedáneo ansioso de pedigrí catalanista y que nunca hará sombra a la hegemonía de los auténticos nacionalistas, porque la gente sabe reconocer entre imitaciones y original. El PSC ha sido la víctima propiciatoria, con el valor añadido de arrebatarles a Ferrán Mascarell sin costo alguno por traspaso. Ha sido el PSC durante estos 30 años quien ha traicionado a su electorado y abandonado su espacio electoral socialdemócrata y antinacionalista para jugar en el espacio catalanista. Eso lo ha hecho él solito, culpar ahora a Artur Mas de torearlo en plaza y espacio propio sería ridículo. Es la naturaleza del alacrán.
Esta es la foto fija de los próximos cuatro años. Tres novias peleadas entre sí mientras el mozo más apuesto del lugar las saca a bailar según convenga en casa caso y momento. Sin compromiso por medio. Al menos visiblemente. Es CiU en estado puro, la versión más camaleónica del pujolismo, la que ha logrado inyectar el egoísmo nacionalista en vena a la mayoría social de Cataluña, la que sabe marcar los tiempos para sacarle el máximo jugo al chantaje sin romper el invento. Por eso CiU es mucho más peligrosa que ERC o Solidaridad Catalana: nunca convocará un referéndum si no tiene la seguridad de ganarlo; mientras tanto, negociará conciertos económicos, pactos fiscales, jugará con la evocación sentimental del soberanismo, entretendrá y mantendrá agitada a la clientela. Una casta ideológica muy difícil de desenmascarar. Es el inicio de la casa común catalanista de Artur Más. Cuando se quieran dar cuenta les habrá laminado a todos y aparecerá el PRI mexicano o el peronismo argentino en versión catalanista.
Este teatro de operaciones tan lesivo para la cohesión institucional, política y social de España, paradójicamente, es el ideal soñado por Rodríguez Zapatero. Quien lo entienda, que lo explique. A no ser que no haya nada que entender y menos que explicar.