¿Es optativa la ley en Cataluña?
Lo singular de Cataluña es la presencia de una casta social dominante con vocación y praxis totalitaria que toma la forma de una pavorosa esfera cuyo centro está en todas partes.
Sábado. Día de Navidad. Un coche conduce a toda velocidad por la Avenida Diagonal de Barcelona. Dos motoristas de de los Mozos de Escuadra le dan el alto y proceden, regocijo apenas disimulado, a multar a su conductor. ¿Con qué potestad? ¿Tiene la policía catalana alguna autoridad distinta del crudo poder que le da la pistola que carga al costado? Lo dudo.
El mozo de escuadra se diferencia del asaltante de caminos en que tiene una autoridad tasada que le otorga la ley y a ésta debe someterse completamente en su actuación. A su vez, la ley deriva su fuerza obligatoria de la constitución española. Una constitución que en su artículo 1.2 reza: "La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado".
Lo singular de Cataluña es la presencia de una casta social dominante con vocación y praxis totalitaria que toma la forma de una pavorosa esfera cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia cruza bonitamente desde la abadía de Montserrat hasta el último club excursionista de Sant Sadurní d’Anoia. Esta casta, que no Cataluña, se considera enteramente soberana y, naturalmente, por encima de la ley y de los tribunales. Esta casta a la que pertenecen entre otros todos los políticos nacionalistas, desde Montilla y quien le suceda hasta Laporta, todo el gran empresariado o la prensa del editorial único sólo responde ante un Dios en el que no cree y ante una historia que lleva lustros comprando "pret à porter".
Ayer Artur Mas dejaba claro que no pensaba acatar las sentencias judiciales contrarias a que el catalán sea la lengua vehicular de la educación. El Tribunal Supremo acababa de dar la razón a tres padres que reclamaban la escolarización de sus hijos en castellano. La respuesta de CiU, inmediata: no se tocará ni una coma de la ley de política lingüística. Los socialistas se alineaban, apresurados, permitiendo con su abstención la inmediata elección de Mas como presidente y traicionando así del modo más grosero a sus votantes.
No se me ocurre mejor plasmación de la diferencia que brillantemente establecía en estas mismas páginas José García Domínguez entre independencia e independentismo como aspiración del catalanismo canónico. Un independentismo interminable. La situación actual en la que el Gobierno catalán puede elegir aquellas normas que respeta y aquellas que ignora convierte a Cataluña en un enorme Versalles postmoderno en el que Maria Antonieta Mas y sus infinitos cortesanos juegan a ser pastorcillos protegidos por el alto muro de la indolencia dolosa del Gobierno español.
No dudo de que Mas y los suyos se sueñen eternos. No dudo de que cada día vaya a ser más difícil que los mozos de escuadra hagan su trabajo sin que la gente les pregunte con creciente irritación cómo es que ellos tienen que obedecer unas leyes que el Gobierno tan conspicuamente ignora.
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