En el corazón de Europa
En apenas seis años hemos pasado de estar a la cabeza en liderazgo, desarrollo económico y creación de empleo a ser ejemplo de todo lo que no se debe hacer.
Nuestro presidente de Gobierno inauguró su primera legislatura comunicándonos que en adelante España "volvería al corazón de Europa" ¿Dónde se encontraba ese lugar en el que habíamos estado y al que nos disponíamos a volver? La combinación de términos propios del cuerpo humano con la geografía del Viejo Continente puede favorecer una perspectiva poética del proceso de integración europea, pero no ayuda a saber de qué estamos hablando. Una cosa sí parecía estar clara: se abandonaría la política seguida por José María Aznar, caracterizada por el intento de situar a España en el núcleo rector, por una rectificación en clave liberal y por una defensa sin complejos de los intereses nacionales.
Pronto pudimos constatar que la rectificación iba en serio y que el rechazo al legado heredado era total. Rodríguez Zapatero viajó a París y Berlín para pedir disculpas por el papel jugado por Aznar al tiempo que se comprometía a mantener una actitud sumisa a lo que el Eje dictara. Que "el liberalismo es pecado" es algo que para un "progre" como nuestro presidente cae por su propio peso, sin necesidad de tener que leer al best-seller por excelencia de las letras españolas contemporáneas, que no es otro que el Rev. Sardá i Salvany, insigne figura del integrismo catalán de los días de la Restauración. Que el concepto "interés" es reaccionario resulta obvio, si además le añadimos la apostilla de nacional ¡para qué hablar! Lo moderno es ser europeísta, palabra de significado etéreo, pero que seguro supone dejar atrás la Vieja Europa de naciones, creencias y valores.
Casi dos legislaturas después ya podemos aventurarnos a situar dónde queda el susodicho corazón: en la cola de los Estados rezagados. En apenas seis años hemos pasado de estar a la cabeza en liderazgo, desarrollo económico y creación de empleo a ser ejemplo de todo lo que no se debe hacer. Nos había costado treinta años estar en condiciones de afirmarnos como Estado en el auténtico corazón de Europa para en un pispás tirar por tierra todo el prestigio tan costosamente acumulado.
Gracias a nuestro presidente ahora ya sabemos que sí hay crisis y que además nos queda un largo trecho para empezar a remontar. Parece que los "brotes verdes" además de una cursilería y un plagio descarado no eran más que una bienintencionada ilusión de nuestra vicepresidenta. De lo que no hay duda es que ya no podemos confiar en la llegada de fondos estructurales ni en la buena voluntad de nuestros vecinos. Aquellos tiempos ya pasaron y nuestra imagen no es la misma. Estamos donde tristemente nos encontramos porque hemos actuado con irresponsabilidad y chulería. Se nos advirtió una y otra vez y o no escuchamos o mentimos con un descaro que sólo podemos calificar de estúpido. La "fracasada" Merkel nos va a hacer pasar por las Horcas Caudinas de la humildad y el ajuste de nuestras cuentas nacionales, una ducha fría de realismo de la que saldremos ilustrados sobre lo que realmente somos y no creo que nos guste lo que vamos a descubrir.
Es muy posible que Rodríguez Zapatero y sus huestes post-socialistas no se sientan muy orgullosos de su obra europea, pero no pondría mi mano en el fuego por su arrepentimiento. Al fin y al cabo el desastre de su gestión política ha llevado a una profunda desvertebración nacional y a la quiebra de la Hacienda, abocando a un protectorado europeo que no deja de ser un paso en la superación de ese Estado-nación llamado España.
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