El boato, el refinamiento y la puesta en escena de las monarquías son siempre superiores a la institución de la presidencia de la República. ¿Quién se acuerda del nombre del presidente de Alemania o Italia? Pocos. Nadie. Son siempre hombres viejos y calvos no muy aficionados a los grandes protocolos de las monarquías. La institución de la monarquía, sin embargo, tiene aún vías por explorar. En España esta institución es rica, compleja y llena de matizaciones; además, no tiene punto de comparación con nuestra tradición republicana a la hora de la innovación, el sentido de la oportunidad y, en fin, de saber "reinventarse" permanentemente para seguir reinando. La Casa de Borbón, además, tiene una parentela difícilmente inigualable con otras casas reales que la hace aún más rica que otras monarquías, dicho sea a la pata la llana, más de andar por casa.
Acaso, por esa inmensa riqueza de tradiciones, innovaciones y saber estar al día, el monarca español podría replantearse el famoso discurso a los españoles del día de Nochebuena. Toda vez que todos sabemos la situación tan difícil a la que se enfrenta el Rey: una nación que no es nación; un pueblo que ha quedado reducido a un público tan heterogéneo que cuando se dirige a unos, seguramente, molestará a otros; e incluso el propio Rey nos viene demostrando, año tras año, la vacuidad de sus palabras, pues que trata de animar a una nación que no existe. En verdad, el Rey lo tiene tan difícil que haría bien en plantearse que ese discurso lo hiciera otra persona de su Casa. Quizá tenga más éxito. No se preocupe, Señor, demasiado por lo que dice la Constitución, al fin y al cabo, es papel mojado; nadie la cumple, y ofrézcale una oportunidad a su santa esposa.
Aunque mi propuesta contenga cierto tono irónico, nada de esto digo en broma. Tampoco es cuestión de oportunismo sino de oportunidad. ¿Por qué no probar un discurso de celebración, como es el de la noche de Navidad, concebido por la Reina? Ahí tiene el Rey una prueba decisiva para demostrar su talante innovador. Quizá la institución monárquica se vendría arriba. Se imaginan a doña Sofía dirigiéndose a la nación, perdón, a lo poco que queda de nación en una noche tan señalada. En esta circunstancia agónica para todos los españoles en general, y la institución monárquica en particular, el Rey debería dar ese paso adelante. Una vez agotada su capacidad de elocuencia e inventiva, el Rey, en mi opinión, haría bien en pasarle los trastos de la celebración de Nochebuena a su santa.
Doña Sofía tiene todas las grandes cualidades del Rey; incluso tiene más don de gente que Juan Carlos I. Es simpática y amable. Sabe acercarse al pueblo. Su proximidad a los sencillos ciudadanos está probada por la experiencia, incluso su esposo dice con orgullo que "es una gran profesional". Nunca ha hecho nada impropio de una gran señora de la monarquía hispánica. Cómo olvidar, entre sus cualidades, que doña Sofía es una madre de familia y, por lo tanto, en estos momentos tan duros, es mucho más cercana al ciudadano una madre, que sabe de temas concretos, que un Rey que está por encima de todo el mundo. Y, además, es una mujer de gran cultura. Una melómana. No veo entonces motivo alguno para que doña Sofía no celebre el discurso de Nochebuena. Con doña Sofía en las pantallas de televisión todos ganaríamos. Las audiencias televisivas alcanzarían cifras inigualables. España estaría, otra vez, en posición de salida en su capacidad inventiva, incluso la monarquía se adelantaría a todos los partidos políticos que, hasta el momento, han sido incapaces de llevar hasta el final la igualdad entre el hombre y la mujer.
Y, sobre todo, Juan Carlos I probaría que la institución monárquica no está agotada.