En la información publicada recientemente en Libertad Digital, nuestro compañero Pablo Montesinos retrataba a Rajoy nervioso ante la necesidad de posicionarse frente a dos leyes aprobadas por los socialistas como son la nueva ley del aborto y la referida al matrimonio homosexual. Siempre me ha encantado la frase de Alexis de Tocqueville referida al trueque entre libertad y seguridad. Viendo las vacilaciones del jefe de la oposición, podríamos parafrasear al genial galo señalando que quien cambia la lealtad en la defensa de los principios por un puñado hipotético de votos, no merece ni lealtad ni votos. De ahí que yo anime a Rajoy a defender con valentía tanto el derecho a la vida como a la familia.
Yo entiendo, si bien no comparto, la estrategia de Rajoy. Se trata de pasar de puntillas por todos aquellos temas que puedan, no sólo restarle votos sino convertirlo en objeto de la crítica demagógica de la izquierda y merecer el calificativo de derecha extrema (Pepiño dixit). En cambio, frente a la postura resignada de mirar a la izquierda como si ésta atesorara una superioridad moral, cabe una posición firme en la defensa de principios que por sí mismos valen la pena. Así, la vida del más débil, del ser humano (más que le pese a las bibianas) en su estado de hombre germinante, como diría Xavier Zubiri, debe ser defendida porque es bueno, porque es justo y porque sostener que un concebido es una persona es verdad. La defensa de la verdad difícilmente puede suponer una merma en el entusiasmo del electorado. Es más, las próximas elecciones van a poner de manifiesto que la mentira sistemática y la ocultación de la verdad son el camino más corto para pasar a engrosar las filas de la oposición.
Acerca del matrimonio entre personas del mismo sexo, su mera enunciación supone una contradicción etimológica. No tengo ninguna objeción a que el Estado regule con justicia las uniones estables entre personas del mismo sexo. Sin embargo, esto no implica que se desvirtúe la institución que tiene que vertebrar la primera célula de la sociedad, como es la familia. En cualquier caso, no debe dudar Rajoy, pues los colectivos minoritarios que pueden sentirse aludidos no lo van a votar ni hartos de vino. Por eso, creo que hay que intentar reforzar la postura del Partido Popular para evitar que caiga en el populismo progre a cambio de nada. Muchos ciudadanos van a votar a Rajoy en cualquier caso, pero cada vez que el PP cede en cuestiones de ingeniería social progre, toda la política española se escora hacia la izquierda, los postulados liberales o conservadores se pierden y el centro se ubica a la siniestra. Espero que Rajoy sea consciente de la gran oportunidad que se le presenta, no únicamente de ganar, sino de llegar al Gobierno para cambiar muchas cosas.