La declaración de hijo predilecto de Gijón para Santiago Carrillo constituye uno de esos episodios simbólicos que retratan indeleblemente a sus autores, la izquierda y el PP. Una casta capaz de sorprendernos cada día con nuevas vilezas.
¿Qué representa Carrillo en la historia de España? En suma, ha sido el mayor terrorista español del siglo XX. Su ideología fue el totalitarismo staliniano, cuando estaba en el PSOE y cuando pasó al PCE, la práctica del terror desde el poder (la mayor matanza de prisioneros de la guerra) y el intento de volver a la guerra civil con el maquis, que ocasionó miles de muertos en los años 40. Sus fracasos le llevaron a intentar la infiltración –y contaminación– ideológica, presentada cínicamente como "lucha por la libertad" (la misma libertad del Frente Popular), en universidades y fábricas, a apoyar a la ETA, difundir la falsedad histórica y enmascarar sus intenciones. No ha tenido España mayor enemigo de la democracia.
Se objetará que durante la Transición se portó razonablemente, y hasta cierto punto es verdad; por lo menos más razonablemente que Felipe González, como recuerdo en La Transiciónde cristal. Supo hacer de necesidad virtud, ante el peligro de quedarse en una ilegalidad que beneficiaría al PSOE. Porque, como acertó Torcuato Fernández-Miranda, la oposición solo aceptaría la reforma democrática si se sabía débil, y nadie mejor que Carrillo conocía su debilidad. De haber tenido más fuerza, habría impuesto su rupturismo frentepopulista. Fue Suárez quien desbarató la sabia orientación de Torcuato dilapidando con las izquierdas y los separatistas el capital político heredado. En todo caso, aquella conducta más o menos razonable de Carrillo no contrapesa ni de lejos sus crímenes anteriores; por otra parte mantuvo siempre su ideología, la más totalitaria, insistamos, del siglo XX.
Él hablaba por entonces de su deseo de firmar la condena a muerte de Franco. Del hombre que había salvado a España de la revolución querida por Carrillo, que había evitado a España la guerra mundial, derrotado su maquis guerracivilista, presidido una era de prosperidad sin precedentes, diluido los odios fratricidas de la república e inaugurado la paz –que continúa– más larga y fructífera vivida por España en varios siglos. No son opiniones, sino hechos constatables, y alguien tiene que recordarlos frente a la mentira rampante. Hechos que han permitido el paso a la democracia a pesar de la mediocridad, las demagogias y ligerezas de quienes dirigieron el tránsito, como creo haber mostrado en el libro citado. El hombre, en fin, a quien ahora retiran los honores los mismos políticos que los conceden a Carrillo.
Resulta que esos políticos, muchos de izquierda y casi todos los del PP, provienen, familiar o directamente, del régimen anterior, son hijos y nietos de quienes, con grandes sacrificios, impidieron a Carrillo y los suyos imponer sus ideas y prácticas en España. Esos políticos escupen sobre las tumbas de sus padres. Es un aspecto más de su insondable desvergüenza: las gentes de la triple corrupción –intelectual, económica y sexual– que extienden como una peste sobre el país. La náusea.