Es que yo no estoy tan seguro que Vargas Llosa, apoye en estos momentos al partido de la Sra Diez, despues que nos hemoss ido mas de la mitad de los afiliados, despuess que se ha transformado en un partiddo stalinista y despues que todos los cargos importaqntes han quedado en manos de ex provinientes del Psoe por lo cual para muchos de nosotros ess un Psoe B o una marca blanda del Psoe.
ANP has dado en la diana certera.
Sra Maite Nolla , mejora Ud. con las letras y las páginas.
¿Por qué seguimos llamando nacionalistas a los que son independentistas? Parece que si son de izquierdas son independentistas y si son de derechas son nacionalistas, cuando su fin es el mismo: ¡a ver si somos coherentes!!!
Muy buen artículo, Maite. Sólo una precisión. Se te ha colado un catalanismo en el texto: en español es "de sobra" y no " de sobras". Saludos.
Lo triste, Maite, es que pujol refleja a un espécimen muy extendido en cataluña, el de los pobres diablos resentidos que van dando lecciones de dignidad y grandeza moral a los demás, cuando están faltos incluso de lo más imprescidible para una persona con mayúsculas: el respeto a sí mismo.
¡Gooool! Maite.
Las posibles trayectorias del catalanismo político después del franquismo podrían haber sido múltiples, pero la que se impuso ya desde el principio del proceso fue la que marcó Jordi Pujol. Un personaje que en sus escritos de juventud ya dejó claro que era un hombre enfermo de ver que en Cataluña se podían establecer cientos de miles de personas procedentes de otras partes de España y que el aprendizaje y uso del catalán era algo que ocupaba un puesto muy atrasado en las prioridades de esa gente (como por ejemplo, mis padres). Esta obsesión es la que guió toda su acción política, concretándola en la política de acaparar poder político para hacer ver a la sociedad que había dos categorías de ciudadanos, los catalanes auténticos y los inmigrantes, y que éstos debían ver a los primeros como modelo a imitar. Un esquema que ha producido cierto resultado hacia el objetivo de eliminar las raíces de una parte de la población de Cataluña. Mientras tanto, en el resto de España, siguen todavía en el cuento del rey desnudo. Tienen ese resorte de que al oir la palabra Pujol tienen que empezar a recitar los elogios de rigor (¡qué prudencia!. ¡qué moderación!, ¡qué sentido de estado!, ¡gracias Pujol por no ser independentista!) sin saber en el fondo de qué están hablando
Desde fuera de cat, más bien pujol resulta un confuso y balbuceante recuerdo, pero, por lo visto ¿sigue ahí?