Eva Almunia es la perfecta candidata socialista. Igual que el Aleph de Borges contenía el entero universo en miniatura, la candidata Almunia contiene en sí misma todos los rasgos que debe poseer el auténtico político socialista: en primer lugar, la ausencia casi absoluta de contacto con otra realidad que no sea la política. A los 23 añitos nuestra Eva entraba en política en el ayuntamiento de su pueblo, Esplús. Poco después accedía a la diputación provincial de Huesca y de ahí de cargo en cargo hasta hoy. En segundo lugar, Eva Almunia muestra un cierto desdén por la Educación formal típico del PSOE pero sorprendente en quien ha sido secretaria de Estado de Educación. En su currículo aparece como diplomada en Magisterio pero tras haber sido denunciada en los juzgados por falsedad documental todavía no hemos visto una foto de Doña Eva mostrando orgullosa el título colgando en la pared de honor de su casa junto a la obligatoria reproducción del Guernica de Picasso. En tercer lugar fue elegida por el dedazo de Marcel·li Iglesias, mientras el aparato se dedicaba a laminar a César Ciriano, truncado candidato en primarias, doctor en Derecho, abogado y de impecable trayectoria socialista.
La corrupción era el último timbre que le faltaba a Almunia para ser digna candidata del Partido de Roldán –de José Marco, presidente de la DGA que se llevaba los sillones oficiales a casa–, de González Triviño –alcalde socialista de Zaragoza que, elegido parlamentario europeo, llegó a empadronarse en Canarias por mejor exprimir la vaca europea–. Ahora Eva Almunia se ve directamente afectada en las investigaciones que el Tribunal de Cuentas ha comenzado sobre una veintena de adjudicaciones y contratos realizados por el Gobierno de Aragón.
Lo dicho, la perfecta candidata.