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Alberto Gómez

Juguetes sexistas

El progresismo está en oposición a cualquier noción sensata de educación y de desarrollo sano de la personalidad de los niños.

Ya estamos en navidades, viene Papá Noel (y Noela) y los niños están por unos días en sus casas fuera de las garras de los pedagogos. Pero ni aún así están libres del sistema del adoctrinamiento, porque la élite dirigente ha roto todos los límites en su ansia bulímica de superioridad moral, promulgando fatwas contra todo lo que va contra su sentido estrechísimo de lo que para su entender es bueno, correcto y racional, a partir de su limitadísima y sectaria visión del mundo.

En este caso hablamos de la campaña que se nos viene encima contra lo que llaman "juguetes sexistas". Es de esperar que a cualquiera le resulte cómico que sea necesario defender lo que es de sentido común. Todo el mundo que tiene hijos sabe que los niños y las niñas son diferentes y siempre lo han sido. La izquierda en los años 20 era furibundamente partidaria de la idea de que los comportamientos obedecen a un determinismo genético. Ni por asomo creían que mujeres y hombres eran lo mismo. Huxley y Wells imaginaban el sueño de Nietzsche de una era de superhombres a través de la eugenesia. No podía haber mayor servicio a la Humanidad... hasta que Hitler se apropió de la idea: el eugenismo es una idea de la izquierda clásica, retomada por los nacionalistas después de la Primera Guerra Mundial. Es el progresismo aplicado al terreno de la genética

Después de Hitler, la izquierda, ansiosa de tener una palanca para su imperialismo moral, abrió el siguiente paquete a su disposición de ideas disparatadas pero autoconfortantes. En el paquete ponía "determinismo cultural". Dicho y hecho. De repente todo fenómeno psicológico y social era una construcción social o cultural:"¿Es usted guapo? ¿Listo? ¿Tonto? ¿Tímido? ¿Es usted delincuente? O incluso, ¿ve usted el color rojo donde hay un color rojo? Eso son constructos. La realidad no es esa. La realidad es lo que le digamos nosotros".

Nada de eso. Los grupos humanos, desde los primeros homínidos, han tenido una división del trabajo, donde los hombres cazaban y las mujeres recolectaban. Por qué eso es así y no al revés está relacionado con la mayor dedicación de las mujeres a la crianza de los niños y eso a su vez tiene que ver con la mayor inversión que realizan las mujeres en dar a luz a las criaturas.

Muchas conductas típicamente femeninas están asociadas con evitar riesgos. Son conductas optimizadas para asegurar la prolongada crianza de los hijos en condiciones estables (la recolección es una conducta relativamente poco arriesgada). Por el contrario, la menor aversión al riesgo de los hombres es consecuencia del rendimiento que tienen esas conductas para lograr descendencia. Enfrentarse con animales resulta más arriesgado que vérselas con vegetales,pero una buena pieza de carne era un atractivo y un signo de estatus. No por casualidad es romántico que el hombre invite a la mujer a cenar. 

Pero las conductas y las habilidades complejas no se codifican en los genes ni en la cultura solamente. El código genético es insuficiente para programar cada detalle de la conducta. Por su parte, el ambiente no ofrece enseñanzas si no se focaliza el esfuerzo de aprender en lo que interesa. Por eso, lo que codifican los genes son programas de aprendizaje y unas tendencias que incluyen el gusto por aprender las habilidades más apropiadas para cada sexo. Para cazar o guerrear se necesita aprender habilidades de coordinación vista-extremidades, pelearse, cooperar en equipos y, sobre todo, el gusto por observar e imitar a los hombres de su sociedad. Por otro lado, para aprender las decenas de tareas que conlleva la crianza y educación de los niños se necesitan otro tipo de tendencias que están perfectamente patentes viendo a las niñas jugar. Esos dos tipos de programas de aprendizaje dan lugar a los distintos juegos de los niños y niñas. Los videojuegos es una actividad muy relacionada con la caza e ir de compras lo está con la recolección.

Por supuesto, ninguno de esos programas incluye el deseo de aprender matemáticas o aprender a comportarse. Por eso el juego es una cosa y la enseñanza y la educación otra muy distinta y nunca se debe abordar lo segundo como si fuera lo primero. El programa educativo de los socialistas, basado en el determinismo cultural es un perfecto anti-ejemplo de lo que se debe hacer: los pedagogos quieren que los niños aprendan materias escolares como si fuera un juego, cosa imposible. Al mismo tiempo, reprimen los juegos de los niños como si fueran conductas antisociales y desprecian los gustos de las niñas y su aversión al riesgo como si fuera el efecto de una educación represora y no de sus tendencias naturales. Ese antimasculinismo y antifemeninismo explica muchas cosas. El progresismo está en oposición a cualquier noción sensata de educación y de desarrollo sano de la personalidad de los niños.

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