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Ignacio Cosidó

La debilidad autoritaria

El mayor peligro es que la izquierda en España es mucho menos pudorosa que la derecha en la utilización del autoritarismo en su acción de gobierno. Es fácil suponer cuál hubiera sido la reacción de los socialcitas si un Gobierno del Partido Popular hubier

Lo más peligroso de un Gobierno débil es que derive en un gobierno autoritario movido por su propia debilidad. Algo de esto puede estar sucediendo con el Gobierno de Zapatero. La militarización de nuestro espacio aéreo y la movilización de los controladores civiles tuvieron una justificación política inicial, al margen de las dudas jurídicas que deberán resolver los Tribunales, ante una huelga salvaje que amenazaba con bloquear nuestro país por vía aérea. Pero una medida de carácter excepcional no puede convertirse en una situación permanente para resolver un conflicto esencialmente laboral. En todo caso, lo que resulta más inquietante para el funcionamiento de nuestra democracia es la ostentación con la que el Gobierno está exhibiendo de su "manu militari" para tratar de ocultar su enorme debilidad política.

La debilidad de Zapatero tiene varios frentes. La más peligrosa para él es su debilidad dentro de su propio partido. Para muchos barones territoriales, Zapatero no sólo ha perdido toda autoridad como líder del PSOE, sino que se ha convertido en un lastre que mina sus perspectivas electorales. Algunos incluso se atreven a criticarle y contradecirle en público. Hay también una debilidad social con las encuestas mostrando mínimos de popularidad, su partido veinte puntos por debajo en las encuestas y con el riesgo de ser abucheado en cualquier exposición al público. Tiene también una debilidad parlamentaria donde sólo un mercadeo indecente le ha permitido salvar in extremis los presupuestos, pero ni siquiera con constantes concesiones a grupos nacionalistas le garantizan no perder numerosas votaciones en el Congreso. Hay por último una clamorosa debilidad internacional, un terreno donde Zapatero ha perdido todo el crédito ante nuestros socios y aliados y es desafiado constantemente por países como Marruecos, Venezuela y hasta una colonia británica como Gibraltar.

Es esta extrema debilidad la que ha obligado a Zapatero a situar a Alfredo Pérez Rubalcaba como hombre fuerte del Gobierno, delegando prácticamente en él las funciones de primer ministro. El problema es que Rubalcaba es como ya señalé en "El triunfo del malismo" un hombre sin escrúpulos para el ejercicio del poder y tras su acumulación de poder muestra cada vez más tics más autoritarios. Ya en el ministerio del Interior, Rubalcaba nunca ha dudado en aplicar el régimen disciplinario para acallar cualquier crítica de sus subordinados

Mi temor es que esta deriva autoritaria se va a acentuar aún en mayor medida cuando aumente la conflictividad social como consecuencia de la crisis económica. Resulta sorprendente que un Zapatero que llegó al poder presumiendo de talante pueda terminar su mandato utilizando a las Fuerzas Armadas para asegurar la paz social. Pero ya ha sucedido que los mismos que prometían la desmilitarización de la Guardia Civil hayan terminado por militarizar a los controladores de AENA. Los vehículos militares de la UME aparcados frente en las terminales de los aeropuertos durante la crisis, más que un gesto humanitario con los viajeros, constituía todo un gesto que hacía visible la militarización del control aéreo decretada por el Ejecutivo.

El mayor peligro es que la izquierda en España es mucho menos pudorosa que la derecha en la utilización del autoritarismo en su acción de gobierno. Es fácil suponer cuál hubiera sido la reacción de los socialcitas si un Gobierno del Partido Popular hubiera movilizado a un colectivo de trabajadores por muy esencial que fuera el servicio que prestan o muy chantajista que fuera su actuación. En la huelga no menos salvaje del Metro de Madrid el gobierno socialista no dudó en ponerse del lado de los huelguistas frente al Gobierno de Esperanza Aguirre a pesar del enorme dañó causado a millones de ciudadanos.

Tenemos que estar vigilantes ante esta deriva autoritaria de la izquierda. En un momento en que la valoración de los ciudadanos sobre los políticos alcanza mínimos históricos la opinión pública se puede volver más indulgente con expresiones de autoridad que se sitúen en el límite mismo de nuestra Constitución, especialmente si esas trasgresiones provienen de la izquierda. 

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