Algo se mueve en la Torre de Control
Tantos años dedicado por entero a la política, Don José, para llegar a tan evidente y básica conclusión. Caramba, menuda lucidez. Qué gran estadista tenemos entre nosotros. Qué gran hombre de convicciones, firmes un día, férreo al día siguiente con otras.
Menudo puente el de la Constitución. O de la Purísima, según guste. Se inició con el aviso de tremendas nevadas en buena parte de la península, para seguir con la brutal estampida de los controladores de los principales aeropuertos españoles y la consiguiente declaración del Estado de Alarma en todo el territorio. Las filtraciones de Wikileaks donde nos revelan obviedades de nuestros políticos más conocidos han sido el remate, al tiempo que Julian Assange caía en las redes policiales británicas.
No seré yo quien defienda al colectivo de los controladores aéreos cuyo comportamiento no sólo ha sido tremendamente irresponsable sino que ha ocasionado daños irreparables y ha tenido paralizado a un país como España con todo lo que ello comporta. Pero lo que sí me temo, tras leer tan sólo algunos de los apuntes que mi colega JB me ha estado remitiendo, es que algo huele muy mal en las profundidades de AENA. Tan sólo eso por el momento. Porque acabo de enfundarme unas botas para deslizarme por los bajos fondos pero todavía me encuentro en la superficie. Así que ahora me planto y seguiré cuando acabe mi expedición espeleológica.
Y siguiendo con las expediciones. Leo el artículo del martes en El Mundo en el que el hispanista Henry Kamen viene a decir que Wikileaks es el sueño de todo historiador. Y lo viene a comparar con la búsqueda de la verdad permanente tras la lectura de miles de documentos de archivos históricos necesarios para retratar con mayor o menor fiabilidad a un personaje de la Historia. Por un lado no le falta razón.
Pero por otro, cuando la delgada línea que separa la información del intrusismo, la misma que separa la libre expresión del derecho a la privacidad y la misma que viola secretos que afectan gravemente a la seguridad en aras de la libertad se difumina hasta el punto de tenernos a todos confundidos y abriendo debates sobre su difusión, alguna pieza parece no encajar.
Pero lo que más me ha gustado de este intenso y prolongado fin de semana es la conclusión a la que ha llegado el siempre sorprendente presidente del Congreso.
Veamos. Tras conocer, gracias a las filtraciones del tinglado montado por Assange –porque en cotilleo somos los mejores– el contenido de los informes de la Embajada de EEUU en España, en las que Zapatero es retratado como un tipo astuto, hábil, que huele las oportunidades y claramente cortoplacista; donde el actual titular del Ministerio de Fomento aparece como alguien turbio, poco fiable, que no mira a los ojos y donde el favorito de los últimos tiempos, Alfredo Pérez-Rubalcaba, aparece como el gran seductor a quien no hay que perder de vista en ningún momento, aparece en escena José Bono.
Las anteriores afirmaciones, hasta la fecha, a las que podemos añadir la referente a la poca experiencia de la ministra de Defensa, no aportan ninguna novedad a nuestro escenario político. No nos engañemos. Todo muy obvio. Y a juzgar por la insistente repetición de las mismas en todas las cadenas de televisión debemos suponer que a nuestro presidente le parece más que chachi el que para los americanos aparezca como un tipo espabiladillo.
Pero Bono, no contento con las embajadoras palabras, que lo calificaban de "sabueso mediático" y de no saber nunca qué intereses defiende éste, ha querido subir otro peldañito hacia el trono de las alturas, as usual. Con lo que ayer nos desayunábamos con unas declaraciones de la estrella rutilante de la Cámara Baja en las que apuntaba su deseo de una reforma de la Ley Electoral.
Señalaba, pues, que es más tentador en la actualidad hacerse colega de quien tiene poder para elaborar las listas electorales que de preocuparse por quién realmente puede obtener más votos en un determinado distrito electoral.
Tantos años dedicado por entero a la política, Don José, para llegar a tan evidente y básica conclusión. Caramba, menuda lucidez. Qué gran estadista tenemos entre nosotros. Qué gran hombre de convicciones, firmes un día, férreo al día siguiente con otras.
Tan sólo le diré una cosa. Antes de pasar a la segunda lección del manual del candidato, algo aprendido a los diez minutos de afiliarte a cualquier formación política, me comentan por ahí que podrían darle la bienvenida al Foro de la Sociedad Civil, liderada por Ignacio Camuñas, que desde su constitución viene abogando por una reforma de la Ley Electoral que la haga plenamente democrática. Podría aprovechar su talento e inspiración para aportar su granito de arena a una parte de la sociedad que empieza a movilizarse y dejar de lado un ratito la demagogia que tantas veces le ha acompañado cual manto de lo más confortable.
Acabo. Algo se mueve en la torre de control. Pero en la torre de las torres, aquella que realmente controla a los que controlan. Y lo iremos sabiendo en controlados fascículos. Y a todo color.
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