Ni es antisistema ni es antiamericano. Así se define Julian Assange, australiano, hacker, radical periodista y fundador de Wikileaks. Será entonces pura coincidencia que el próximo en hacer caer –según ha confirmado el propio Assange en una entrevista–, será un banco norteamericano del que amenaza revelará escabrosos documentos. Casualidad.
Wikileaks es famoso desde que publicó, hace más de cuatro meses, miles de documentos secretos de la guerra de Afganistán sin filtrar ni comprobar, de los que no eliminaron nombres y datos que identificaban a civiles afganos que ayudaron a las tropas norteamericanas. Poco después de la publicación, fuentes talibanes informaron que estaban utilizando los documentos para preparar una purga. Lógico: a caballo regalado...
Después se sacaron a la luz una cantidad cuatro veces mayor de documentos relativos a Irak. En ambas ocasiones el Pentágono y otros departamentos del Gobierno norteamericano acusaron a Assange de irresponsable y de poner en riesgo la seguridad nacional, invitándole a no causar más daño. No sólo no recapacitó, sino que amenazó con más documentos robados, con los que siguió traficando con algunos medios de comunicación.
Se ignora si alguien en Washington intentó tomar medidas drásticas para frenar el continuo chorreo de documentos secretos, pero parece que no ha sido así. Puede que la primera vez, cuando se revelaron los documentos sobre Afganistán, les pillara por sorpresa; pero a estas alturas ¿quién no se pregunta cómo es posible que un personaje así se salga con la suya por tercera vez consecutiva?
¿No tiene Estados Unidos la suficiente capacidad, tecnología y recursos para frenar estas ciber-revelaciones? ¿O es la administración Obama la que no ha tomado ninguna medida, no ha sabido tomarla o no ha querido manejar el tema? El caso es que existe un "zar del ciberespacio" y un cibercomando de Estados Unidos, oficialmente activado en mayo de 2010 –aunque sólo recientemente ha conseguido la plena operatividad–, a los que todos miran y de los que todos esperan que a partir de ahora actúe en relación a Wikileaks. Aunque no será fácil, puesto que ya se está poniendo en duda la legalidad de sus futuras operaciones ofensivas, como el cierre de parte de una red informática.
Y mientras el nuevo comando trata de arrancar un margen de maniobra suficiente para poder emplearse a fondo en el espectro de las operaciones en el ciberespacio, creemos que es hora de exigir que Assange pague ante la justicia por haber puesto en peligro la vida de algunas personas, y hacer circular sin control informaciones importantes. Esto nada tiene que ver con acciones supuestamente neutrales destinadas a revelar abusos secretos, y contra los que él considera que abusan del poder.
No se cuestiona la veracidad de las informaciones, muchas veces secretos a voces como que los países árabes son los más temen un Irán nuclear o verdades como templos como que Estados Unidos está preocupado por el terrorismo. De lo que se trata es de un hecho delictivo que se puede repetir. Por eso, más allá de que es de desear que Assange esté pronto a buen recaudo, el problema es la aparente falta acción y la incapacidad principalmente de la Administración de Obama de poner freno a las últimas revelaciones. Y eso que estaba avisada tras lo de Afganistán e Irak. ¿Cómo ha podido pasar una tercera vez?
GEES
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Ciberdelitos sin fronteras
Creemos que es hora de exigir que Assange pague ante la justicia por haber puesto en peligro la vida de algunas personas, y hacer circular sin control informaciones importantes.
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