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Agapito Maestre

¡Todas pierden!

La gente no es tonta. Sabe perfectamente que vivimos en una situación agónica, pero, a la vez, necesita un relato, una narración y un estimulo intelectual sobre cómo se podría detener, limitar e incluso canalizar la crisis económica y política.

Llama poderosamente la atención un dato del Estudio General de Medios. Las cadenas de radios importantes de España pierden oyentes; en realidad, emisoras grandes, medianas y pequeñas están afectadas por esta huida de oyentes. Hay menos personas dispuestas a dejarse tentar por la radio. La programación, especialmente de los espacios de información y opinión políticas, está tocada. Herida. Son cientos de miles las personas que han dejado de escuchar la radio. Quizá algunos cambien su dial y elijan una nueva emisora. Pero no me refiero a esa gente, sino a quienes cierran la radio. De ser ciertos los datos del EGM, y no tengo por qué ponerlos en cuestión, hay millones de personas, si sumamos lo que pierden todas las emisoras, que han dejado de sintonizar la radio.

¿Por qué han apagado el receptor de radio tantos miles de españoles? Sospecho que hay respuestas para todos los gustos. Yo, sin embargo, no descartaría la más obvia, y quizá por evidente la más difícil de catalogar. No hay correspondencia entre los oyentes y los periodistas y colaboradores que hacen, o mejor, hacemos la radio. La radio "política", especialmente la información y las tertulias políticas, no se corresponde con el interés de la gente. La población en su conjunto, así como la ciudadanía más informada en particular, ha desconectado la radio. Seguramente no soportan el tono, el fondo y, en definitiva, una forma catastrofista de comentar la vida política.

La información, la opinión y, en fin, una especial manera de "razonar" que sólo se preocupa por la "caída del mundo" y la "perversidad" de la especie humana, y deja en silencio las posibles soluciones que pudieran detener esas tragedias, están condenadas al desprecio. Sí, sí, muchos de los que apagan el chisme, en mi opinión, lo hacen por desprecio o por hartazgo. Están agotados de oír a todas horas el anuncio del Apocalipsis. La gente no es tonta. Sabe perfectamente que vivimos en una situación agónica, pero, a la vez, necesita un relato, una narración y un estimulo intelectual sobre cómo se podría detener, limitar e incluso canalizar la crisis económica y política.

Se necesita un discurso nuevo, fresco y, sobre todo, que se aleje de quienes han hecho de los deseos excesivos de poder político su único leimotiv. El discurso de la radio actual, especialmente el de las cadenas que se supone debería de tener como referente político al PP, ha sido tentado por el Diablo de la Negatividad. La catástrofe lo ocupa todo. En fin, si la radio desea recuperar los oyentes que se han largado de sus programas es menester un nuevo lenguaje capaz de crear mediaciones, explicaciones y argumentos que expliquen cómo podríamos detener la tragedia de España.

La gente quiere, en efecto, crítica, pero sobre todo quiere mediaciones críticas que nos cuenten toda la verdad... Una radio excesivamente ideologizada o peor, obsesionada que una opción política, acaba expulsando incluso a sus más fieles oyentes. La crítica es tan necesaria como su capacidad de autolimitación.

En Sociedad

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