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Cristina Losada

¿La izquierda trasnochada?

Propiciar una extrema polarización era condición necesaria, y se vio que suficiente, para atraer al desencantado habitante de la izquierda "romántica y trasnochada", que apenas abrevaba ya en ningún estanque.

No es nada semejante al "largo telegrama" del diplomático norteamericano George Kennan, aquel texto de 1946, de gran realismo y perspicacia, que fulminaba los "sueños de una feliz colaboración" con los soviéticos. Pero, ahora, cualquier mensaje filtrado adquiere, por el hecho de serlo, una relevancia injustificada. Es el caso del retrato de urgencia de Zapatero que la diplomacia estadounidense en España envió a Washington, en el que, a fin de orientarse en terreno tan abstruso, le describía como representante de una izquierda romántica y trasnochada. Para empezar por el final, diré que ese juicio hace pensar que los trasnochados, y hasta un pelín románticos, son los autores del comentario. Aunque habla en su favor una segunda y más atinada descripción del presidente como un político cortoplacista, sólo pendiente del cálculo electoral inmediato. Una y otra valoración casan mal. El romanticismo no se compadece con la calculadora.

Cosa distinta es que Zapatero pretendiera dotarse de la imagen que recogían, en los dos adjetivos, los diplomáticos. Si algo representa el José Luis Rodríguez que emerge a partir de 2001, cuando abandona el "cambio tranquilo", su papel de Sagasta y su pose de keynesiano con unas gotas liberales, para declararle al PP una guerra sin cuartel y sin prisioneros, es el intento del PSOE por hacerse con una identidad adversaria. Por diferenciarse de manera radical de su rival político y subrayar, en rojo, una frontera entre derecha e izquierda que se había vuelto borrosa y permeable. Propiciar una extrema polarización era condición necesaria, y se vio que suficiente, para atraer al desencantado habitante de la izquierda "romántica y trasnochada", que apenas abrevaba ya en ningún estanque. Y, en efecto, los socialistas lograron reagrupar el voto de "izquierdas". El elevado coste que, para la convivencia y el interés común, supuso la consecución de aquel propósito, es otra historia, que aún no ha llegado a su término.

Llámesele identidad o nuevo look, que también tiene su parte capilar y estética, la transformación se hizo con los materiales a mano. Arcaicos unos, posmodernos, otros, pero alejados todos de las coordenadas tradicionales de la izquierda. Escribía hoy un ex ministro de Blair en El Mundo que "la izquierda europea tiene políticas para las mujeres, para los homosexuales, para los niños, para los artistas, pero ¿las tiene para la clase obrera?". Ni las tiene, ni puede, ni quiere. Esa sí sería la izquierda trasnochada. No es la de ZP.

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