Una cosa es la prosodia (= pronunciación correcta) y otra la variación de los acentos según características personales o territoriales. Por otro lado, una cosa es la lengua prescrita y otra el habla en la realidad.
Judith Mckinney observa que la palabra "luego" los españoles la pronunciamos más bien como "logo". En efecto, el "hasta luego" (que ha sustituido al "adiós") prácticamente se transforma en "stalogo" o incluso "talogo". Sobre todo en los hombres públicos es común el hábito de comerse letras o sílabas en algunas palabras. Anoten, por ejemplo, el caso de la ministra Leire Pajín, devoradora de sílabas; tanta prisa tiene la mujer. Dice, por ejemplo, "ciudanos" y "ciudanas". También se permite la desenvoltura de decir enfáticamente "cónyugue", una voz inexistente en español. Lo que más me preocupa es que doña Leire no pudo terminar la carrera de Sociología. Bien es verdad que aprobó el Bachillerato.
César Blanco Castro se pregunta por qué los españoles somos tan raros que pronunciamos la <ce> y <ci> con el sonido <zeta>, a diferencia de otras lenguas o del español americano. Lo ignoro. Espero que alguien me saque de mi nesciencia.
Pedro Chiarri Gamón (Valencia) me pide que inste a los locutores de radio o los presentadores de televisión para que pronuncien bien el castellano. Me insiste, por ejemplo, en que leen a toda velocidad o que suben una octava en algunas palabras, entre otras lindezas. Pobre de mí; nada puedo hacer. Me conformaría con el avance que supondría eliminar la <y> con la que empiezan muchas noticias. Añado que el infausto "autocúe" hace estragos en la locución de los más novatos. Comprendo que debe de resultar difícil seguir la lectura del dichoso "autocúe". Lo que hay que lograr es que no se note que el presentador tiene delante ese texto móvil.
Jaime Lerner (Tel Aviv, Israel) se queja de que los locutores del canal TVE para el exterior pronuncien "libertaz" o "Madriz". Otra dificultad es la de no pronunciar bien "Atlántico" o "Atlas". Tiene toda la razón don Jaime en su queja. Pero las variaciones en la pronunciación de algunos sonidos no empece el entendimiento entre el grueso de los hispanoparlantes; incluyo los argentinos en Israel, que suelen ser muy instruidos.