Zapatero, un lastre para España... y para el PSOE
Sería una feliz coincidencia de intereses. A unos les interesa seguir en el machito, a España le interesa librarse cuanto antes de Zapatero.
La prima de riesgo española volvió ayer a máximos históricos superando los 270 puntos básicos respecto al bono alemán. La Bolsa de Madrid continúa su descenso hacia los infiernos y el IBEX 35 camina raudo hacia los 9.000 puntos. El mercado laboral, lejos de recuperarse, sigue sumando nuevos desempleados cada mes. La producción decrece, la deuda aumenta y nadie ve la luz al final del túnel. La economía española, en definitiva, se encuentra en estado terminal esperando un necesariamente doloroso desenlace.
El Gobierno, entretanto, persevera en su letargo y cuando sale de él es para aplicar remedios erróneos a una dolencia mal diagnosticada. La debacle económica, para la que Zapatero no encuentra solución más allá de eslóganes propagandísticos repetidos ya mil veces, ha dejado grogui al Gobierno. La generosa mayoría electoral que cosechó hace dos años y medio corre el riesgo de disolverse si antes los socialistas no buscan un recambio para Zapatero, un hombre amortizado, desprestigiado dentro y fuera de España y totalmente superado por los acontecimientos.
Las primarias madrileñas del pasado mes de octubre no fueron sino el aviso de un traicionero mar de fondo que amenaza con arrasar sin piedad la deteriorada nave socialista. La confirmación ha llegado con las autonómicas catalanas. Montilla, producto político de Zapatero desde que éste le sacó de la alcaldía de Cornellá para colocarle como ministro de Industria en la primera legislatura, ha obtenido los peores resultados de la historia del PSC en Cataluña. La responsabilidad de semejante desastre no es sólo de los socialistas catalanes, que llevan siete años gobernando junto a Esquerra y que han hecho gala de un montaraz nacionalismo, sino del propio Zapatero, que los ha avalado y los ha convertido en santo y seña de su propio programa de Gobierno.
El zapaterismo toma carta de naturaleza en Barcelona, en el salón de Tinell, cuando a instancias suyas se firmó el pacto homónimo que consistía en forjar una mayoría social-nacionalista y marginar al PP de la vida pública. Ese modelo, antidemocrático donde los haya, ha funcionado durante todos estos años y ha producido, entre otras cosas, el nuevo Estatuto de Cataluña, del que Zapatero fue el principal impulsor. El destino del PSC montillista y el del inquilino de la Moncloa están, por lo tanto, indisolublemente unidos. Cuando al primero le ha llegado su final sería lógico que ocurriese lo propio con el segundo.
De no ser así el PSOE corre el riesgo de que cunda el ejemplo catalán y se encuentre tras las elecciones de mayo herido de muerte en sus feudos tradicionales. Tal vez por eso los barones del partido, el poder local del que emana el poder estatal del que disfruta Zapatero y su camarilla, le han visto las orejas al lobo y se han apresurado a dar la voz de alarma. A los barones socialistas el futuro de España no les importa demasiado, pero sí su propia suerte al frente de sus respectivos señoríos electorales, de donde muchos de ellos podrían salir aventados la próxima primavera.
Sería una feliz coincidencia de intereses. A unos les interesa seguir en el machito, a España le interesa librarse cuanto antes de Zapatero. En suma, una consecuencia no deseada de las, por lo demás, desastrosas elecciones autonómicas en Cataluña.
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