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Pedro de Tena

No es suficiente el cambio de partido

Nunca jamás en Andalucía un partido, el que sea, ni dos, ni tres, ni los que sean, deben disponer de tanto poder como para desposeer a la sociedad de su responsabilidad, de su iniciativa, de sus libertades y de su capacidad crítica.

Andalucía se mueve. Algún rescoldo de aquellas primitivas ansias democráticas, de regeneración, de desarrollo, de convergencia y libertad que la hicieron manifestarse en 1977 ha prendido de nuevo en los viejos olmos casi secos y en su mitad podridos de una generación. Parecía todo yerto, desertizado por un régimen de poder casi absoluto que ha traído y llevado dineros, personas y sueños por donde le ha dado la gana, justificado por el mero hecho de ser de izquierdas y considerar que tal cualidad confería, además, superioridad ética, política e incluso técnica. Pero Andalucía se mueve. La última vez que se movió, 1982, hizo posible el cambio en España, un cambio rotundo, decisivo y general. Ahora, el movimiento se demuestra andando, manifestando, abucheando, pitando... al Gobierno socialista.

El PP andaluz está de enhorabuena porque pocas veces en la historia democrática un partido de la oposición recibe tantos regalos sucesivos por parte del partido del gobierno, que es quien se empeña, como es sabido, en perder las elecciones. Nunca un político como Javier Arenas ha tenido tanta suerte como la que tiene ahora, con un adversario que parece sufrir las consecuencias de un principio de Peter que le ha permitido ascender hasta su nivel de incompetencia. Seguramente, Manuel Chaves es menos listo y está menos preparado que José Antonio Griñán, pero tiene una intuición política muy superior, una soberbia mucho menor y una flexibilidad, tal vez bochornosa, cierto, que le permitía mantener el barco a flote a pesar de sus remiendos. Griñán lleva camino de suceder no a Manuel Chaves, sino a Luis Yáñez, a quien le colgaron el sambenito del "gafe" del PSOE. Tener a un "gafe" por adversario es la gloria para un político. Por eso, Arenas disfruta, calla y espera. ¿Para qué gastar fuerzas y energías si Griñán se empeña en hundirse solo, como la carabela de Yáñez?

Esta anómala situación puede inducir a confusión. Es posible que el cambio esté servido, aunque a muchos nos parezca que no va a ser tan fácil y que quedan meses dramáticos donde brillarán las facas y temblarán las calles. El cambio es necesario, incluso para el PSOE que tiene que quitarse de encima a una oligarquía que ha demostrado ser la más inútil de la historia de esta tierra. Tras 30 años de poder casi único, Andalucía no sólo no ha reducido distancias con las regiones más prósperas, sino que incluso las ha aumentado, ha ganado miedo y corrupción, perpetuando desequilibrios sectoriales y sociales. Qué herencia. 

Pero lo decía el otro día el secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, en un acto con Rajoy presente en el que insistió en que nunca jamás un partido, tampoco el suyo, debería disponer de tanto poder como ha tenido el PSOE en Andalucía. Es una hermosa reflexión político-moral. Ese es el verdadero cambio. Nunca jamás en Andalucía un partido, el que sea, ni dos, ni tres, ni los que sean, deben disponer de tanto poder como para desposeer a la sociedad de su responsabilidad, de su iniciativa, de sus libertades y de su capacidad crítica. Lo dicho vale, naturalmente, para España.

En Andalucía no es suficiente con un cambio de partido, primer paso del cambio. Es preciso y necesario hacer posible que ciudadanos individuales y sociedad civil recuperen su soberanía, hoy meramente formal. Por ello, además de complacerse con los batacazos de Griñán, que llevan camino de convertirse en proverbiales, el PP andaluz debería explicar con entusiasmo, claridad y emotividad cómo va a ser ese cambio que, además de conseguir una Andalucía de primera, más próspera y capaz, va a fundamentar una sociedad a la que nadie nunca jamás podrá ocupar, manipular, suplantar y ningunear. Ese es el ingrediente, hoy ausente, que podrá hacer que el cambio sea posible.

En España

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