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Emilio Campmany

No divierte pero inquieta

Quizá lo más inquietante de todo sea cuando, con la convicción que caracteriza a los profesionales de la mentira, va y dice: "Sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer". Ya nos lo advirtió el Rey. Que Dios nos pille confesados.

Zapatero ya no tiene gracia. Ni siquiera cuando se caricaturiza a sí mismo. La entrevista que le hace el director de El País este domingo tiene muchas cosas que antes podían haber provocado la sonrisa o incluso la carcajada. Ya no. Decir, por ejemplo, que no va a haber más recortes sociales, pero que hay que adecuar el tiempo que tenemos que trabajar a la pensión que podemos cobrar, o sea, trabajar más para cobrar menos, es una incongruencia que podría dar risa, de lo estúpido que es afirmar ambas cosas en la misma frase. Proponer que no debería ser un estigma que tengan que venir a rescatarte con miles de millones de otros países se podría apostillar irónicamente con que, no sólo, sino que debería ser un motivo de orgullo. Tampoco es manca la distinción que el estadista hace entre los intereses del Estado y la razón de Estado, que al parecer son cosas muy diferentes que los torpes solemos confundir. Y la proclamación de que él, en caso de duda, no duda de Felipe podría conducir a la formulación del nuevo principio in dubio pro Felipe.

Pero ya digo, esto ya no tiene gracia. En cambio, sobresalen otras cosas que son más bien inquietantes. Por ejemplo, al señalar respecto a la ETA que la relación con Rajoy ha mejorado en comparación con la legislatura anterior, añade: "Quizá ha habido algún factor que ha contribuido a eso". Lamentablemente, Javier Moreno no le ha preguntado qué factor es ése. No importa mucho porque, de haberlo hecho, seguro que el personaje se hubiera salido por la tangente. El caso es que Zapatero reconoce que algo ocurrió para que Rajoy pasara de una la discreta beligerancia a la neutralidad más benévola en lo de la negociación con ETA.

Más escandaloso si cabe es el alegato en favor de la mentira que la entrevista contiene. El periodista insiste en preguntar acerca de si las constantes mentiras a cuenta de la crisis no han acabado por dañar la reputación del presidente. Contesta el Maquiavelo de León: "En mi opinión, un gobernante siempre ha de dar una palabra de estímulo, de confianza". En la práctica, esto se concreta en negar la crisis, luego decir que será breve, luego afirmar que nos afectará poco, luego reconocer que sí lo hará, pero que no exigirá recortes sociales, luego que sí los habrá, pero que no serán muchos y ahora que no necesitaremos ser rescatados como Grecia e Irlanda, que es lo que faltaba para acabar de convencer a todos de que eso es precisamente lo que nos ocurrirá. Va a resultar que mentir una y otra vez con el mayor aplomo y descaro posibles es el mejor modo de generar confianza. No sé qué opinaría Maquiavelo si levantara la cabeza.

Ahora, quizá lo más inquietante de todo sea cuando, con la convicción que caracteriza a los profesionales de la mentira, va y dice: "Sé lo que tengo que hacer. Y lo voy a hacer". Ya nos advirtió el Rey que Zapatero sabe muy bien lo que hace y por qué lo hace. Que Dios nos pille confesados.

Por cierto ¿no les parece chocante que Zapatero diga que va a convocar a 25 grandes empresas para acelerar la recuperación poco después de que esos mismos grandes empresarios hayan entregado al Rey un documento con el provocador título "Transforma España"? Todo indica que la gente de la pasta ha empezado a enredar. Veremos en qué queda.

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