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EDITORIAL

De la irresponsabilidad a la complicidad con Marruecos

Si el Presidente del Gobierno u otras altas instituciones tienen algún peaje que pagar al sátrapa norteafricano es su problema. Que encuentren algún otro modo de agradecer lo que hayan recibido de aquél régimen.

La increíble inacción del actual Gobierno de España ante las agresiones intolerables de Marruecos contra la población de un territorio sometido a nuestra tutela por mandato de la ONU, está convirtiendo a nuestro país en cómplice necesario de los delitos contra la legalidad internacional y los derechos humanos que Mohamed VI está llevando a cabo impunemente fuera de sus fronteras.

El papelón de los socialistas en este trágico episodio que está cubriendo de vergüenza a nuestro país no tiene parangón en la izquierda de cualquier otro país civilizado, donde hasta los socialistas anteponen la dignidad nacional a su perversa ideología.

En España, lamentablemente, tenemos a la izquierda más propensa a la traición del panorama occidental, como están comprobando en sus carnes los españoles de origen saharaui que, para mayor escarnio, todavía deben recordar a los mismos que ahora les entregan a las armas marroquíes bramando en la plaza pública por sus derechos cuando estaban en la oposición.

Con una contumacia que entra ya directamente en el terreno de lo delictivo, el Gobierno de Zapatero se niega siquiera a denunciar a un país que agrede a los ciudadanos de un territorio sobre el que, en contra de lo que afirman los socialistas de todo pelaje repitiendo la consigna promarroquí, España sí tiene una clarísima responsabilidad en tanto nación comisionada por la ONU para hacer cumplir su mandato descolonizador.

Trinidad Jiménez, que se está revelando para asombro de todos como muy capaz de superar a su aturdido predecesor en el terreno del ridículo, debería defender la necesidad de hacer cumplir las resoluciones de la ONU que obligan a España a convocar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara. Hasta tanto no se sustancie ese proceso democrático, la obligación de nuestro país es impedir que Marruecos utilice ese territorio como una posesión más en la que imponer el totalitarismo propio de esa dictadura.

Si el Presidente del Gobierno u otras altas instituciones tienen algún peaje que pagar al sátrapa norteafricano es su problema. Que encuentren algún otro modo de agradecer lo que hayan recibido de aquél régimen, pero, por dignidad, que terminen ya de mercadear con la sangre de unas personas que, hasta hace muy poco, eran tan españoles como Zapatero y su ministra de exteriores. 

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