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Florentino Portero

Mea culpa

La dirección del Partido Popular debería tener claro que no todo vale, que el hecho de que la alternativa sea más Zapatero no implica que les entreguemos nuestra libertad y futuro.

¡Quién me mandaría meterme a comentar política nacional con lo bien que vivía refugiado en el limbo de las relaciones internacionales, donde muy de vez en cuando un amable lector tiene a bien hacerme llegar sus opiniones! Reconozco que no estoy acostumbrado a recibir tantos correos y comentarios. Nunca antes tantas personas habían coincidido en poner por escrito que estaban en desacuerdo conmigo, en concreto que mi sugerencia de abstenerse en el hipotético caso de que el PP presentara alguna lista inaceptable es una solemne tontería. Es verdad, lo es. Mea culpa.

Hace algunas semanas anuncié en el programa de Federico mi intención de votar a Jaime Lissavetzky para el cargo de alcalde de Madrid. Sigo pensando, salvo que Rosa Díez me convenza de lo contrario, que es el mejor candidato y que, en consecuencia, conviene apoyarle. ¿Contradicción? En realidad no.

Cuando me referí a la opción de abstenerse lo hacía en sentido metafórico. Quería dejar claro que no siempre hay que votar todo lo que el PP nos propone, pero sin abrir el debate sobre adónde dirigir nuestras papeletas. El artículo en cuestión ocupaba dos caras a un espacio y no olvido los consejos/mandatos de Daniel Rodríguez sobre la necesidad de ser breve cuando se escribe en la red. Tras la bronca recibida, acuso recibo y entro en materia.

La dirección del Partido Popular debería tener claro que no todo vale, que el hecho de que la alternativa sea más Zapatero no implica que les entreguemos nuestra libertad y futuro, que por el hecho de ser PP nosotros no tenemos por qué suponer que lo van a hacer mejor. De hecho sabemos por experiencia que no siempre es así. Es bueno que el 22 de mayo hagamos llegar a Rajoy nuestra preocupación y allí donde consideremos que la lista presentada es una provocación votar a otra es indiscutiblemente el medio más directo. Seguro que incluso él se entera.

Lo que en realidad me preocupa es la tentación, patente en los comentarios y correos que he recibido, de crear un nuevo partido político que represente más fielmente el sentir liberal-conservador. Estoy decididamente en contra y por varias razones.

  1. Ya existe una fuerza liberal conservadora: el Partido Popular. Es verdad que ha sido refundado y que hoy no está en las manos más competentes, pero sería un error renunciar a reconquistarlo, a recuperar el partido vencedor, capaz y representativo de nuestros valores que José María Aznar creó. No les regalemos ese patrimonio, luchemos por él.
  2. En un sistema político como el nuestro crear un nuevo partido es extremadamente difícil, requiere de muchas energías, se encontrará con un boicot mediático y tendrá graves dificultades para estar presente en todas las comunidades. Al final estaremos haciendo el juego a los socialistas y a aquellos que hoy controlan el PP.
  3. Si se abre la veda volveremos al comienzo del ciclo: un abanico de pequeños partidos con un fuerte componente ideológico: conservadores, católicos, liberales, reformistas... que habrá que reunir en una Coalición Popular ¡Sólo nos falta Fraga en tirantes dando voces incomprensibles! Aznar demostró que era posible la convivencia en una sola formación equiparable a sus iguales europeas. No es tiempo de chiringuitos sino de grandes partidos dotados de organizaciones poderosas. Los retos que nos esperan requieren músculo y tamaño.

No estoy convencido de que podamos enderezar el rumbo del Partido Popular, pero creo que cualquier otra opción sería prematura.

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