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José García Domínguez

Catalanófobos

La catalanofobia, esa recurrente majadería, constituye mimética traslación posmoderna de la antiespaña, aquel concepto-escupitajo tan caro al fascio redentor.

Como nada hay más atrevido que la ignorancia, tras gallear ostentóreamente de su desafección hacia la Iglesia del Papa de Roma, procedió Zapatero a clamar un "¡A buenas horas mangas verdes!" ante el asentimiento de la iconoclasta grey que le escuchaba. Sucedió el sábado y parece que con el latiguillo pretendía el hombre ridiculizar la devoción de Rajoy por Cataluña. Aunque el único oprobio del asunto habrá de recaer en sus muy sufridos maestros en aquel colegio de frailes leonés. Y es que, sin duda, el presidente desconoce el origen etimológico de la expresión. Célebre lamento, ése que capellanes y meapilas gustaban repetir ante la arribada tardía a las aldeas de la Santa Inquisición –tan distinguibles sus alguaciles por portar una franja verde en la manga–, una vez huidos judaizantes, meigas u otros heresiarcas rústicos.

Al tiempo, el Voltaire del Bierzo y Rubalcaba, que tanto monta, de nuevo han dado en estigmatizar con el sambenito de "catalanófobo" al prójimo. Empeño que, más allá su obvia ruindad, revela que en Carpetovetonia no solo moran los restos insepultos de la extrema derecha. A fin de cuentas, la catalanofobia, esa recurrente majadería, constituye mimética traslación posmoderna de la antiespaña, aquel concepto-escupitajo tan caro al fascio redentor. Recuérdese, la antiespaña, inmunda criatura siempre alerta, ogro que se alimentaba del odio sin límites a la España genuina, maquinando añagazas, contubernios y vilezas mil con tal de zaherirla en cuanto fuera posible. Ernesto Giménez Caballero, he ahí la verdadera fuente doctrinal del discípulo ful del tal Pettit.

Por cierto, quien ansíe descubrir el genuino catalanismo de Zapatero bien hará empapándose antes en la escatología de San Agustín –"Yo soy dos y estoy en cada uno de los dos por completo"–. Así, no se escandalizará más tarde, cuando descubra que cierto José Montilla, a la sazón ministro de Industria del Reino, lució entre los abajo firmantes de la siguiente enmienda parlamentaria del PSOE contra el Estatut: "Creemos que el término ‘nación’ aplicado en el articulado de la Propuesta a Cataluña no es compatible con el artículo 1.2 de la Constitución Española (...) Por todo lo anterior, han de ser suprimidas las referencias a los ‘derechos históricos’ que pudieran interpretarse como única legitimación y fundamento del autogobierno". Ya se sabe, la catalanofobia.

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