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José Antonio Martínez-Abarca

La Guardia Mora de Zapatero

¿Para qué ruptura con lo más genuino del franquismo, para fastidiarla con Marruecos?

Escribía Josep Plà, en sus Notas del crepúsculo, en las que había llegado a una edad en la cual ya callaba poco y maquillaba menos, que los de la izquierda peninsular "ni siquiera han querido reconocer que Franco ha hecho, a su manera, el socialismo material y concreto". Es decir, el hacedero, el realmente existente. Parte fundamental de ese socialismo franquista material y concreto, tendencia "multiculti", yo me creo que consistió en inventarse contra toda evidencia lo de la "tradicional amistad" con los países árabes, que hoy día sigue con salud.

La utilidad más evidente de aquella "tradicional amistad" consistió en que cada vez que el caudillo salía de desfile en el "rolls" de Hitler lo rodeaban aquellos caballistas de la Guardia Mora con chuzos de sereno y como salidos de un baúl de Cornejo. Una "tradicional amistad" con los países árabes, como digo, calcada a la que sigue la New Age de Zapatero con Marruecos o con cualquiera de esos parajes donde nuestro muy socialista Gobierno actual piensa que todavía se lapida poco. Ah, las bondades del continuismo en política llamado "reformismo", cómo deberían elogiar ahora "y no quieren" (se quejaría Plà) los izquierdistas que añoran que la ruptura con todo lo que significó el Régimen Anterior no se hiciese treinta y cinco años antes. ¿Para qué ruptura con lo más genuino del franquismo, para fastidiarla con Marruecos?

Todo se debe a esa fascinación orientalista que sufren los socialistas de todos los partidos, y hasta de todos los regímenes, en cuanto pisan, o imaginan voluptuosamente que lo hacen, el viejo territorio del africanismo chusquero, hasta el punto que olvidan de parte de qué país están, porque de parte de qué civilización ni hablamos (puesto que saberlo nos convidaría seguro a la melancolía). Felipe González sigue deslumbrado por la quincallería alauita como si fuese una vulgar "mujer rica" de La Sexta, Moratinos lloró como mujer lo que no tenía ninguna intención, jamás, de defender como hombre, y la nueva propia de Exteriores, Trinidad Jiménez, se esconde detrás de una superpoblación de dientes cada vez que los marroquíes practican el medievo, como diría alguna película de Tarantino, con el trasero de la prensa española.

Los últimos franquistas y los primeros monárquicos se olvidaron de la suerte de los habitantes (y lo que es peor, de las riquezas naturales) del Sáhara aplicando aquella suerte de socialismo material y concreto, igual que el Gabinete de Zapatero, y hasta el propio presidente, siempre en el fondo y a menudo también en la forma (lapsus linguae mediante), no creen en absoluto que Ceuta y Melilla sean ciudades españolas, y a fe que lo demuestran. En esta cuestión, descienden hasta el cuidado del detalle con rigurosidad ejemplar. Yo recuerdo, a este respecto, que en mi pueblo nunca hubo tradición de fiestas de "moros y cristianos" hasta que los políticos socialistas, que entonces mandaban, la crearon y la subvencionaron ruinosamente desde la nada con un claro objetivo político: todos los socialistas querían disfrazarse de satrapillas al mando de Cábilas y ninguno de cruzado de las huestes cristianas. Está claro a qué cosmovisión sirven. Y ahí siguen nuestros continuistas de la izquierda que van de rupturistas, reconquistando anualmente la península con alfanjes y cimitarras, cada vez que hay feria en mi pueblo. Derivados lógicos de nuestra tradicional amistad con Marruecos.

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