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Motivos más que suficientes

La negociación con ETA avanza, y etarras y socialistas están cerca del acuerdo. Así que aunque no guste a la clase política española, o justamente por eso, lo correcto es estar en Colón el sábado 6 a las 12.

En esta segunda ronda de conversaciones con ETA, los socialistas quieren evitar el escándalo en que se vio envuelto Zapatero en la anterior negociación. A tal fin están blindando y protegiendo el proceso hasta la declaración final. A diferencia de 2006, no habrá anuncio público hasta que el pacto esté cerrado y bien cerrado y no existan riesgos de T4 o rebelión cívica. De ahí los continuos rumores sobre inminentes declaraciones, que se retrasan en busca de seguridad para ambas partes; para ETA, de lograr concesiones, y para el gobierno, para que éstas aparezcan al final del proceso, como inevitables y sin marcha atrás. Puesto que parte de la opinión pública considera que sólo habrá pruebas de los pactos cuando el Gobierno los reconozca, éste espera que sea definitivo. No habrá comparecencia de Zapatero para anunciar inicio de diálogo, ni debates parlamentarios. Todo en secreto hasta el final. Cuando eso ocurra no habrá marcha atrás, y por eso el Gobierno confía en mantener bajo control la información pública hasta ese momento.

En segundo lugar, con ETA más debilitada, el Gobierno no quiere dar imagen de 2006, de reconocimiento político de ETA. A tal fin, busca que públicamente los pactos aparezcan como la rendición o pseudorendición de la banda, y los lleva a cabo manteniendo cierta distancia con un Eguiguren otra vez lanzado y utilizando mediadores internacionales, que ETA acepta porque por fin logra internacionalizar el conflicto. El Gobierno quiere escenificar que es ETA la que se rinde, y por esa razón se golpea duramente a los más recalcitrantes etarras, mientras se otorga beneficio de favor a los más proclives a dejarlo, aunque sean tan asesinos como los primeros. Es decir: el Gobierno tratará de escenificar la negociación como si fuese ETA la que acude ante el Ejecutivo, aunque de hecho lleven meses negociando las contraprestaciones.

En tercer lugar, en 2005-2006 ETA y el PSOE llegaron a acuerdos políticos que suponían la voladura constitucional inmediata, desde arriba. Ahora de lo que se trata es de meter al brazo político de ETA en el sistema, para a medio plazo repetir la involución constitucional, pero desde una nueva mayoría izquierdista-nacionalista. No serán la cúpula de ETA y el Gobierno quienes rompan el ordenamiento jurídico, sino el PSOE y el brazo político de la banda, más las escisiones etarras y radicales asimilados (Aralar, NaBai, EA) quienes, desde una mayoría social, lo hagan abiertamente a medio o largo plazo. Los pactos políticos con ETA no serán de arriba abajo, sino de abajo arriba.

En cuarto lugar, el Gobierno es consciente de que la rebelión cívica hizo fracasar su intento anterior. Ha rectificado hábilmente en estos años: ha conseguido romper la alianza de partidos y asociaciones cívicas, dividir a la derecha navarra y unir el destino del PP vasco a Patxi López en un abrazo mortal. Además ha dividido a las víctimas y ha estrangulado movimientos cívicos. En cuanto al PP, se deja engañar, él mismo engaña o ambas cosas a la vez, por motivos muy poco confesables, pero ha sido él y no el Gobierno el que ha cambiado de actitud en esta legislatura. Con la actitud actual, ha dado definitivamente la espalda al legado de Aznar en materia antiterrorista.

Con el proceso controlado en secreto, con una ETA más débil y tentada a negociar a la baja, y unos pactos más sociales que políticos, tienen razón quienes dicen que esta vez sí puede ser la definitiva. En la lucha contra ETA ha habido Gobiernos malos y buenos, pero nunca ETA ha tenido enfrente a un gobierno dispuesto a entregar Navarra o romper la unidad nacional y humillar a víctimas vivas y muertas Con excepciones, la izquierda apoya esta política, lo que no es novedoso, porque ya lo hizo en 2006. Lo novedoso es que la derecha ha aceptado que se esté negociando con ETA sin poner el grito en el cielo.

¿Qué queda? Queda el maltratado pueblo español y la maltrecha nación, que es poco, pero algo. No es que esperemos demasiado de la España de Belén Esteban, Gran Hermano o La Noria. Pero hay una amplia minoría que no se resigna. El Tea Party comenzó en 2009 como un movimiento pequeño y espontáneo, despreciado y objeto de burla por parte del establishment político y mediático americano. Después comenzaron a temerle y acusarle de crispar, las risas dieron paso a los insultos y por fin la revuelta triunfó. Pero los partiers –amas de casa, fontaneros, camioneros y oficinistas–, no querían puestos en el Capitolio o programas de televisión. Salieron a la calle simplemente porque hacían lo correcto, sin importar quién se molestaba: hay principios y valores contra los que ningún partido –ni el propio– puede ir, y comportamientos políticos que no se pueden tolerar, se trate de perfidia o cobardía. Caiga quien caiga y pase apuros electorales quien los pase.

Si eso es cierto con los impuestos, lo es con más razón si hay crímenes de por medio. La negociación con ETA avanza, y etarras y socialistas están cerca del acuerdo. Así que aunque no guste a la clase política española, o justamente por eso, lo correcto es estar en Colón el sábado 6 a las 12.

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