El expolio fiscal
Los territorios no pagan impuestos, los pagan los ciudadanos. No es verdad que un ciudadano catalán pague más que un madrileño o un extremeño. Quien gana 35.000 euros en Barcelona paga los mismos impuestos que quien los gana en Badajoz.
Joan Laporta dice sin inmutarse: "Son los vigilantes del gueto, los vigilantes del expolio fiscal por el cual el Gobierno español nos quita 22.000 millones de euros al año, el 10% del PIB de Cataluña". Y a continuación nos retrata una Cataluña paradisíaca. A veces pienso si todo esto es real o he quedado atrapado en una obra de Valle Inclán.
Esta murga del expolio fiscal comienza a ser trasversal. El soberanismo independentista le llama así, "expolio fiscal", y cuando se ponen literarios, o se exceden en el análisis intelectual, añaden eso de "España nos roba".
El soberanismo intermitente de CiU es más sutil, le llama "concierto económico" o "pacto fiscal". Artur Mas lo ha dicho con cifras: "En España deben entender que si ellos no pueden renunciar a 1,5 puntos de su riqueza, los catalanes no pueden renunciar cada año a 7 puntos de la suya".
¿Tiene derecho Artur Mas o cualquier Laporta de turno a pedir que los impuestos que se generan en un territorio necesariamente han de quedarse en ese territorio? Poder pueden, pero han de asumir las consecuencias de pensamientos tan retrógrados. Y no lo asumen.
Partamos de una constatación: los territorios no pagan impuestos, los pagan los ciudadanos. No es verdad que un ciudadano catalán pague más que un madrileño o un extremeño. Quien gana 35.000 euros en Barcelona paga los mismos impuestos que quien los gana en Badajoz. Es evidente que allí donde hay más personas con mayor renta, el conjunto de sus cotizaciones es mayor que allí donde hay menos. En el ejemplo anterior, es evidente que en Barcelona la cotización al Fisco es mayor que en Badajoz. Una evidencia puramente estadística de la que no se puede extraer jerarquía o tratamiento ventajoso per se.
La progresividad fiscal y la redistribución de la recaudación del Tesoro público son las formas civilizadas que tienen las Estados sociales y democráticos de derecho de construir sociedades justas sin necesidad de hacer revoluciones sangrientas.
Sería profundamente injusto e inviable para la igualdad de oportunidades y la cohesión social en un Estado moderno, que los impuestos que se generan en un territorio determinado se invirtieran íntegramente en él. Así sería imposible tener una red de carreteras, sanidad y educación universal para todos, por ejemplo.
Si el criterio de que quien paga más debe recibir más, o la totalidad de la cantidad recaudada, como sostienen los soberanistas, Barcelona querría controlar sus aportaciones al Fisco frente a Lérida. En Barcelona habría buenos servicios, pero no en cientos de pueblos de la Cataluña interior. Claro que si fuese así, el barrio de Pedralbes (con renta per cápita muy elevada) exigiría gestionar sus impuestos, todos sus impuestos. Es posible que ese atajo de soberanía fiscal logrado por Pedralbes le permitiese tener aceras de mármol de Carrara pero en Nou Barris no tendrían ni alcantarillado público. Pero puestos así, el más rico de Pedralbes se acogería al expolio fiscal y a su estatus de colonia y exigiría gestionar sus impuestos; es decir, no pagaría un euro.
Este argumento llevado al límite, desenmascara la impostura del soberanismo fiscal. Y es que lo que no pueden disfrutar todos los ciudadanos no es un derecho, sino un privilegio.
Los 2.060 millones de más que se reserva el cupo vasco o los 640 que no devuelve el concierto de Navarra al Estado han de ser destinados a todos los ciudadanos, y no sólo a los que viven en esas comunidades. Sólo UPyD se ha atrevido a cuestionarlo.
Es evidente que el sistema que impera en ambas comunidades no se puede extender al conjunto de España. El propio Más lo reconoce en las mismas declaraciones donde exige 1,5% más de las aportaciones de Cataluña al Fisco: "Sé que es incompatible con la multiplicación del modelo por 17, pero es preciso que España se plantee si el café para todos tiene futuro". Es decir, que en el reparto pretende quedarse con dos tabletas de chocolate cuando al resto sólo le corresponde una. Muy edificante.
Aún así, el Sr. Más tiene derecho a reivindicar ese 1,5%, o el Sr. Joan Laporta la totalidad de los impuestos. Sin hacer trampas ni cubrirse las vergüenzas con la bandera. Un modelo tan reaccionario no puede pasar por la solución de nada.
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