Optimistas sin escrúpulos
Resultaría que un puñado de optimistas sin escrúpulos quiere construir una sociedad donde hombres y mujeres sean iguales y tropiezan con un obstáculo difícil de solventar y es que los hombres no se comportan de igual forma que las mujeres.
La semana pasada, la comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados aprobó una proposición no de ley del Partido Socialista para regular los juegos en el patio de recreo de los colegios de Primaria, públicos y concertados. El objeto es eliminar los "estereotipos sexistas".
La proposición insta a que "se elaboren e impulsen protocolos de juegos no sexistas para que se implanten y desarrollen en los espacios de juego reglado y no reglado en los colegios públicos y concertados de Educación Primaria", y se solicita que "en cualquier actividad lúdica desarrollada en los citados Colegios de Educación Primaria se eliminen estereotipos que mantengan los roles machistas y se introduzca el concepto de igualdad entre ambos sexos".
El diputado socialista que ha defendido la proposición alega que los juegos de los niños son demasiado violentos y machistas y que si queremos una sociedad más igualitaria hay que acabar de una vez con ese tipo de juegos.
En su último libro, Los usos del pesimismo, el filósofo británico Roger Scruton utiliza el término "optimistas sin escrúpulos" para designar a aquellas personas que cuando buscan soluciones a un problema, imaginan un ideal y apuestan por él con auténtico fervor, sin tomar nunca en consideración el coste de un posible error y sin responsabilizarse de los efectos de sus creencias. Para los optimistas sin escrúpulos, sus críticos no son simplemente individuos equivocados, "son seres diabólicos interesados en destruir las esperanzas de toda la humanidad, y en reemplazar la bondad cordial hacia nuestra especie por un cinismo cruel".
Bien podría ser esta iniciativa parlamentaria del PSOE de regular los juegos de los niños un buen ejemplo al que aplicar la teoría de Scruton. Resultaría que un puñado de optimistas sin escrúpulos quiere construir una sociedad donde hombres y mujeres sean iguales y tropiezan con un obstáculo difícil de solventar y es que los hombres no se comportan de igual forma que las mujeres, a veces porque no quieren y otras porque no pueden. Esos optimistas creen que este comportamiento desigual está en la raíz de un grave problema que atañe a nuestra sociedad: la violencia que algunos hombres ejercen sobre las mujeres con las que se relacionan. Esos optimistas sin escrúpulos creen que esa violencia de carácter machista se puede evitar si hombres y mujeres recibieran la misma educación, una "educación en igualdad" que no puede ser completa si no incluye el control de los juegos de los niños.
Es evidente que la medida que proponen además de ser absurda es liberticida, pero cualquiera se atreve a plantar cara a un "optimista sin escrúpulos" que, como dice Scruton, toman a los críticos con sus medidas como seres diabólicos, enemigos de la esperanza de la humanidad.
Para Scruton "la peor clase de optimismo sin escrúpulos es la que animaba a Lenin y a los bolcheviques, la que les llevó a creer que ellos habían puesto a la humanidad en el camino que conducía a la solución de problema remanentes de la historia y a destruir todas las instituciones y procedimientos que servían para corregir los errores".
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