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Wikileaks, no es lo que parece

Es imposible conocer el criterio empleado por Julian Assange, y su gente, para definir "herido", "desaparecido", "torturado", etc., por lo que también es difícil conocer "de qué van" las cifras ofrecidas, como diría el castizo.

KingCreo dijo el día 28 de Octubre de 2010 a las 10:28:

Contundente comentario. Simplemente me adhiero a él.

et_rusk dijo el día 28 de Octubre de 2010 a las 10:19:

La Wikileaks es una organizacion mafiosa de extorcion como cualquier otra ONG y nada mas. Aquell que paga mas la puede usar (para abrir la boca o para mantenerla cerrada).

loboe dijo el día 27 de Octubre de 2010 a las 19:08:

Hace un par de días, con motivo de otro artículo sobre las nuevas filtraciones de Wikileaks, publiqué un comentario en el que señalaba que el Sr. Assange me parece una mezcla de imbécil e iluso. Exponiendo la idea de que para empezar, aunque la critica, no sabe qué es la guerra, ni probablemente en qué bando están sus intereses.

El presente artículo del Sr. Stove, me ha traído a la memoria que después de releer mi propio comentario, me quedó la sensación de que seguramente, muchos lo interpretarían como el alegato belicista de un partidario de la guerra y como justificación de que todo vale, o de que los Americanos no cometieron ninguna equivocación, cuando no es el caso. Siendo cierto que en la guerra no existe más regla que la de alcanzar la victoria -en caso contrario, mejor no empezarla-, lo anterior no es óbice para que -como ocurrió en Irak-, en ella se pueden cometer errores e incluso delitos imperdonables cuya depuración debería efectuarse de puertas adentro. Por ejemplo, esos actos de humillación o violencia gratuita que no tienen una finalidad puramente militar y responden mas bien a la mera estupidez y maldad de indeseables que en ese caldo de cultivo, muestran los aspectos más brutales y siniestros de la naturaleza humana -prácticamente ningún otro animal mata o tortura por el placer de hacerlo-.

En mi opinión, el presente artículo del Sr. Stove, incluye algunas observaciones brillantes sobre el problema que resumiría en su frase: “La naturaleza de las guerras de Irak y Afganistán es incompatible con las sociedades occidentales, con sus "sensibilidades", con su corrección política, con su relativismo y con tantos otros rasgos de conducta”.

En realidad, si meditamos en ello, ninguna guerra que pueda recibir tal nombre -a no ser la de la señorita Pepis a que nos tiene acostumbrado nuestro Gobierno, en la que el Ejército es una ONG y los soldados esforzados cooperantes que reparten chocolatinas-, es compatible con las sensibilidades occidentales. De forma que el enemigo dispone de un arma poderosa para colocar de su parte a la opinión pública: simplemente mostrar sus horrores -por supuesto, los propiciados por el bando contrario- y amenazar con más muertos sobre la mesa al más puro estilo de ETA.

Podríamos suponer que la mencionada inadecuación a cualquier esfuerzo bélico se debe a que el ciudadano Occidental hubiese alcanzado un nivel de sensibilidad y cultura que lo hiciera especialmente sensible a la barbarie y a la sinrazón. Pero me temo que la realidad es mucho más prosaica. Nuestra repulsa a la muerte y a la barbarie no alcanza más allá de lo que alcanza el telediario de la sobremesa y la sensibilidad de los que protestan por los excesos de los soldados Yankees en Abu Graif o de sus aviones no tripulados, no es incompatible con su indiferencia o apoyo militante a que diariamente, cientos de no nacidos sean desmembrados sin anestesia y sus restos absorbidos por una aspiradora. Por supuesto, como incluso el subconsciente necesita coartadas, lo etiquetamos elegantemente bajo el elegante epígrafe: “Defensa de los Derechos de la Mujer” y todos tan contentos, solidarios y progresistas.

En Occidente, tenemos -sálvese el que pueda- lo que me gusta denominar la moral y la sensibilidad de las barrigas satisfechas y el verdadero problema es que desde la aparente seguridad de nuestras más o menos cómodas vidas, nos parece que todo lo demás ocurre en un mundo conceptualmente muy lejano, situado a otro lado de la pantalla de la tele, sobre el que no tenemos ningún empacho en pontificar y enjuiciar mientras pedimos al camarero otra de gambas.

Nuestros enemigos son muy conscientes de ello y por supuesto, están dispuestos a utilizar todas las bazas a su favor. En este sentido, señores como D. Julian Assange son marionetas al servicio de una maquinaria publicitaria mucho más letal y económica que las bombas o los aviones no tripulados.

Mis conclusiones al respecto no pueden ser más pesimistas. Una sociedad anestesiada por las comodidades de la tecnología y embrutecida por unas teorías políticas estúpidas y suicidas, que ha dejado de aceptar la guerra como último recurso para su propia supervivencia y que -en palabras del articulista tiene una visión del conflicto armado eminentemente jurídica, está condenada a la derrota final aunque sus maravillosos “gadgets” tecnológicos puedan retrasar el desenlace.