El increíble engañabobos
Exhibirlo en Barcelona sin antes rebautizarlo "Embutits Montilla" resultaría tan ilegal, intolerable y perseguible de oficio como escribir "Almacenes El Corte Inglés" frente al obligatorio "Magatzems El Corte Inglés".
Resulta que el increíble hombre normal se nos ha revelado un pequeño embustero de lo más vulgar, un consumado engañabobos ducho en las malas artes del enredo y la trola tan caras siempre a pícaros, burlangas, fuleros y julais. Así, inquirido por el asunto de las multas lingüísticas contra comerciantes y tenderos, dio en intoxicar con medias verdades, que no otra es la forma más cobarde de mentir, a cuantos tiraban de la noria el sábado pasado en Telecinco. Y con esa mezcla inconfundible de mala fe y deshonestidad intelectual, la que siempre delata a los de su condición, arguyó como suprema prueba de benevolencia que él no obliga a que El Corte Inglés se convierta en El Tall Anglès. Un número, ése de El Corte Inglés, que el Muy Honorable repite cual lorito cada vez que sale a relucir la cuestión de la inquisición gramática en el tráfico mercantil catalán.
Recuérdese, por lo demás, que nuestro estadista aún asegura en su currículum haber "cursado estudios" de Derecho y Economía. No cabe, pues, apelar como atenuante a sus lagunas formativas. Aunque el aire de la universidad española ya no vacune a nadie contra la ignorancia. Al igual, por cierto, que carecer de titulación superior no impide atesorar ciertos valores morales. Valores como, por ejemplo, el imperativo ético que ordena no inducir a error al prójimo dejando entrever que se es jurisconsulto y perito en números, cuando ni existe constancia de que quien eso insinúa haya superado el bachiller superior.
Concedamos entonces que hasta ahí, a distinguir entre un rótulo y una marca, tiene que llegar el hombre. Y es que un rótulo comercial da noticia al prójimo de lo que se ofrece en el interior de algún establecimiento. A diferencia de las marcas, como El Corte Inglés o Zara, esos signos con que las empresas se singularizan ante la competencia. De tal guisa, un cartel que rece "Embutidos Montilla" informa al mundo de que allí no se realiza especulación alguna con libros de Kant o Hegel. Y exhibirlo en Barcelona sin antes rebautizarlo "Embutits Montilla" resultaría tan ilegal, intolerable y perseguible de oficio como escribir "Almacenes El Corte Inglés" frente al obligatorio "Magatzems El Corte Inglés". Increíble falsario, don José.
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