El búnker es una instalación militar meramente defensiva. Como ejemplo de utilización del mismo podemos recordar la historia reciente del siglo XX, en la Segunda Guerra Mundial. En Francia se construyeron búnkeres en la famosa Línea Maginot para impedir que las tropas del Führer la invadieran. Me imagino que la fortificación militar fue excelente pero ante el potencial bélico de Alemania sucumbió la defensa francesa. Después del 11-M y como homenaje a las víctimas se construyó un monumento en los aledaños de la estación de Atocha. He de confesar que no lo he visitado aún. Sí he visto imágenes del mismo y sí he seguido las discrepancias surgidas entre víctimas y clase política en alguna conmemoración. El interior simula un búnker, parece un recinto cerrado donde figuran los nombres de todos los mártires del vil asesinato de los trenes de cercanías. Un tragaluz permite que la luz del sol penetre parcialmente en el búnker.
Aparte del citado monumento, el Estado ha construido un búnker que hasta ahora se está mostrando eficaz en la ocultación de la verdad de lo acaecido el 11 de Marzo de 2004. Este búnker está constituido por elementos del mismo instalados en el Gobierno y en su representación más genuina, el Ministerio del Interior; en la Cámara del Legislativo; y, cómo no, en el Poder Judicial en todos sus estamentos, desde el juez instructor hasta la Fiscalía de la Audiencia Nacional pasando por el Tribunal que juzgó –si es que a aquello se le puede llamar juicio– y que sentenció sólo a tres de los implicados, haciendo hincapié en que uno de ellos lo fue por su identificación en los trenes, no sin controversia por parte de los testigos.
A otro nivel se instalaron búnkeres de menor entidad en la sede de los Tedax, en la furgoneta Kangoo y los elementos que en ella se encontraron en Canillas, sin que en Alcalá se hubieran detectado; en la mochila de Vallecas, en el Skoda Fabia, del que no se supo más que su aparición; en el episodio de Leganés, del que no se supo la verdad de lo que allí acaeció, eso sí, sabemos que murió un policía y que su cuerpo fue inhumado y profanado por desconocidos; a los cadáveres encontrados en la calle Carmen Martín Gaite, a los que no se les practicó la autopsia como exige la Ley de Enjuiciamiento Criminal. La Audiencia Nacional dijo claramente que no podían ser culpados por los crímenes de Atocha ya que no tuvieron oportunidad de defenderse en el juicio. Qué extraño: resulta que los culpados, ya cadáveres, no huyeran de España, y cometieran el error de recluirse todos en el piso de la citada calle y murieran allí por Alá. En los trenes no quisieron morir a pesar de que se nos dijo que eran islamistas. Muy raro en un atentado sin autoinmolación. El señor Gabilondo acaba de reconocer que su información sobre la existencia de terroristas suicidas fue un error. No nos ha desvelado la solvencia de sus fuentes informativas. Gran proeza la de este periodista, pero con seis años y medio de retraso. Seguimos echando en falta la rectificación en el medio que urgentemente propaló la mentira, ¿tendría finalidad electoral?
Otro búnker fue el levantado con el del desguace de los trenes nada más ocurrir la masacre. Eso no lo ha permitido el poder judicial ni en los más leves accidentes ferroviarios. No podemos dejar de mencionar la ocultación de muestras por los Tedax y la de los registros de análisis realizados por la Tedax inculpada en la querella interpuesta por la Asociación de Ayuda a Víctimas del 11-M contra Sánchez Manzano.
No quisiera olvidarme tampoco del búnker instalado en Mocejón. Ese fue más un prebúnker o un proyecto de instalación donde, a pesar de ello, nada se investigó al respecto. Ocurrió igual que con las amenazas de bomba recibidas en el Ayuntamiento de Alcalá de Henares el mismo día de autos y a la misma hora que se encontró la furgoneta Kangoo. Al parecer la voz era de una persona con acento español. Nada se investigó al respecto. No resulta extraño, ¿sería una prueba redundante de la que después alguien se arrepintió?
Espero que algún día todas las incógnitas que encierra el búnker puedan ser iluminadas, no por un rayo de luz que apenas ilumina la sombra de las víctimas en el monumento de Atocha, sino por una luz que venga directamente del que rige el mundo y los destinos de los pueblos.
Respecto a las victimas y los muchos ciudadanos que deseamos que la luz esclarezca los atentados del 11-M, quiero manifestar mi fe inquebrantable en los medios de comunicación libres, que han investigado los atentados y todos los que han contribuido a analizar los hechos a partir de la instrucción judicial. El juicio de la Casa de Campo, la sentencia y la comisión de investigación del Parlamento han podido poner de manifiesto que el material existente –al alcance de cualquiera– demuestra que la versión oficial dada no se sostiene y, por lo tanto, hay que seguir investigando lo ocurrido el 11 de Marzo.
El análisis riguroso de todas las informaciones recopiladas y hechas públicas, que invalidan la versión oficial de los hechos, puede que a algunos investigadores de los atentados les parezca más similar esta versión a un castillo de naipes que a un búnker; no obstante, para derribar el castillo hay que saber qué naipe hay que mover o en qué dirección debe soplar el dueño de la Tierra, es decir, el viento.
A mí se me ocurre una idea, aún pecando de ingenuidad: ya que en el ámbito nacional no hay ningún organismo en este Estado de Derecho que tenga intención de llevar a cabo esta investigación, propongo sacarla fuera de nuestras fronteras. Para ello nada mejor que recurrir a nuestro juez internacional por excelencia, hoy cesado por la Audiencia Nacional, pero cooperador como jurista en la Corte Penal Internacional de La Haya. Él estuvo en las vías de Atocha en la mañana del 11 de Marzo. Él, el señor Garzón, tiene experiencia en crímenes ocultos y desvelados. Fue el juez que investigó y llevó a prisión a los que cometieron u ocultaron los crímenes del caso GAL hasta llegar al señor X, al que dejó sustituido por una incógnita no despejada. A él apelo para que con su saber, su experiencia, su afán de justicia, demostrado en muchas ocasiones, abra el caso del 11-M ante la Corte Penal Internacional por ser un crimen de lesa humanidad. Nada mejor podría hacer para su país y para su rehabilitación como juez. De veras lo deseo, y recibiría el general reconocimiento y agradecimiento de un país de 46 millones de habitantes donde unos miles de mal nacidos prefieren dejar en el anonimato, en el olvido y en la ocultación un crimen que nadie quiere dejar oculto. Quizás los que lo esconden tengan algo o mucho que ver, ya sea en su ejecución, en la falta de prevención o en la falta de investigación, enjuiciamiento y condenas posteriores.
Que la verdad y la justicia se hagan realidad en España algún día y para gloria y rehabilitación de España en el mundo entero.