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Emilio Campmany

La única noticia que importa

Todo lo que pase en el entorno de Zapatero y su Gobierno ha dejado de tener interés. Lo único que importa saber es si se va y cuándo. Todo lo demás da igual.

Corbacho se va. ¿Le interesa a alguien? Hay que nombrarle sustituto. Podría ser Zarrías u Octavio Granado. ¿Qué más da? A lo mejor ocurre que se fusionan Igualdad y Trabajo y hacen a Bibiana Aído superministra. ¿Es relevante? Parece que Trinidad Jiménez se queda. ¿Y qué? La crisis de Gobierno podría afectar a más ministerios. ¿Cambiaría algo?

Éstos no son más que algunos de los rumores que rodean al Gobierno de Zapatero. Pertenecen a esa clase de chismes que tanto gustan a políticos y periodistas. Y, sin embargo, ahora, parecen no preocupar a nadie. Y es que todo lo que pase en el entorno de Zapatero y su Gobierno ha dejado de tener interés. Lo único que importa saber es si se va y cuándo. Todo lo demás da igual.

Sabido es que padecemos una crisis económica y otra institucional. El inconstitucional y gratuito estatuto de Cataluña ha agravado la crisis institucional por culpa de Zapatero. Y la política de despilfarro presupuestario de la que él es el único responsable ha empeorado la crisis económica. No obstante ser evidente que nos dirigíamos a los dos precipicios, Zapatero negó el peligro. Aun hoy, niega la crisis institucional y sólo reconoce la económica. Por eso, no cabe esperar de él ninguna política que nos saque de la sima en el que se ha hundido el Estado. Su reciente pacto con el PNV es buena prueba de ello. Pero ni siquiera en el ámbito económico, donde a regañadientes está intentando hacer lo que se supone que hay que hacer, nadie le cree. Y en esto, como en casi todo cuando de una sociedad moderna dominada por la opinión pública se trata, la confianza es primordial. Aun suponiendo que las medidas económicas adoptadas en el recorte del déficit fueran eficaces, ¿quién duda de que Zapatero volverá a despilfarrar al minuto de que las cuentas empezaran a cuadrar?

Nadie, ni fuera ni dentro, espera que España se recupere de ninguno de sus gravísimos problemas mientras Zapatero sea presidente de Gobierno. Esta falta de confianza sería un grave obstáculo muy difícil de salvar incluso en el improbable supuesto de que el presidente tuviera la sincera intención de hacer todo lo posible para sacarnos del hoyo. Por eso, haga lo que haga, da igual. Los que desean reformas profundas y eficaces no creen que las que Zapatero anuncie se vayan a llevar a la práctica realmente. Y los que no las desean y quisieran que continuara centrifugando España y despilfarrando su presupuesto se sienten traicionados y dudarían de la sinceridad de cualquier marcha atrás que anunciara. Cuando los que reciben las órdenes desconfían de quien las da porque la última contradice a la anterior, tienden a desobedecerlas. Total, que a Zapatero nadie le hace caso, sólo algún ministro, mientras que los demás están deseando sacudirse el baldón de pertenecer a este Gobierno.

Por eso, lo único que importa es saber si se va y cuándo. Una moción de censura exitosa es imposible porque los nacionalistas de todo pelaje siempre prefieren a un presidente de Gobierno débil y más que éste no lo van a encontrar. De modo que la única esperanza que nos cabe es la dimisión. Y, dado que él no va a decidir tal cosa por sí sólo, habrá que ver si hay alguien con capacidad para convencerle de que preste este último (y único) servicio a su patria. Al parecer, sólo escucha a Sonsoles. En sus manos estamos.

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