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Carmen la protocolizadora

Chachón se ha mostrado eficaz en la ruptura de los tradicionales vínculos del ejército con la sociedad, en la eliminación de actos de homenaje a los muertos por España, al honor de la patria y la unidad nacional o la religiosidad de tropa y unidades.

El hoy portavoz socialista en el Congreso, Alonso, pasó con más pena que gloria por el Ministerio: aún no se había aprendido la polisemia de la palabra war. Tras él, Carmen Chacón fue al Ministerio a impulsar su carrera política, y eligió el camino de Bono, utilizando las FAS para su particular provecho. Durante los primeros meses, convirtió el Ministerio en un inmenso plató por donde pasear su aparatoso embarazo y su imagen de mamá moderna y fotogénica al mando de todo un ejército. Más allá de las portadas de papel couché, ha sido incapaz de abordar el mayor problema de nuestro ejército, la puesta en marcha de programas de adquisición de material a largo plazo: a lo más que se ha dedicado ha sido a anunciar apresurados envíos de blindados a Afganistán cada vez que un soldado nuestro saltaba por los aires, y a hacerse la foto con programas –por ejemplo el buque de proyección estratégica– que no son suyos, sino de los gobiernos del PP que los pusieron en marcha, organizaron y presupuestaron.

No sólo es lo que no ha hecho y debía haber realizado. En el exterior ha cometido errores de bulto: la polémica con los aliados de la OTAN en Afganistán, la retirada de Kosovo o el fiasco del Alakrana y el secuestro de AQMI han puesto negro sobre blanco su limitada capacidad al frente de Defensa en situaciones complicadas. En lo que sí se ha mostrado hábil es en la persecución sistemática de todas las manifestaciones tradicionales, castrenses y nacionales, en el Ministerio. La ministro se ha mostrado especialmente eficaz en la ruptura de los tradicionales vínculos del ejército con la sociedad, en la eliminación de actos de homenaje a los muertos por España, al honor de la patria y la unidad nacional o la religiosidad de tropa y unidades. Por eso suena a sarcasmo que sea precisamente ella la que ahora se esconda tras la bandera nacional y el monumento al soldado desconocido exigiendo respeto.

Entre una cosa y otra, ha generado en las Fuerzas Armadas un malestar desconocido desde tiempos de la transición, que sólo ha aplacado desde un despotismo interno agresivo ejercido a golpe de represalias y purgas administrativas. Ha instaurado el pacifismo, el feminismo y la Alianza de Civilizaciones a golpe de protocolo. Lo ha hecho arropada por la cúpula militar actual que –con el JEMAD a la cabeza–, ha sido elegida más por sus servidumbres políticas y simpatías ideológicas que por capacitación profesional. No es ningún secreto en el Ministerio que Chacón utiliza las ordenanzas, directrices y circulares para hacer política dentro de las Fuerzas Armadas. Ha protocolizado sistemas de ascenso, de selección y de promoción suicidas desde el punto de vista militar. Nada que ver con lo que ocurre en las Fuerzas Armadas de nuestros aliados más cercanos.

Eso sí, este despotismo administrativo le ha ido bien, y por eso debe pensar Chacón que los españoles son como sus militares, y se anima a extender el modelo a la sociedad entera, doblegándola a golpe de protocolo. No nos cabe duda de que cuando Carmen Chacón habla de protocolos está pensando justo en lo que parece que está pensando: instaurar institucional y socialmente el mismo despotismo mediático e institucional que ha instaurado en el Ministerio desde 2008. Ahora, va lista la ministra si cree que los españoles son como "los generales de ZP". Lo que muestra el abucheo del 12-O es que no le perdonan el daño que está haciendo a las Fuerzas Armadas a golpe de protocolo, porque aunque la ministro se esconda ahora tras la bandera y la llama al soldado desconocido, es la familia militar, la de las tragedias, los sacrificios, los muertos y el honor a la patria, la que le silbaba por hacer justo lo contrario de lo que ahora dice defender. Así que protocoliza, Carmen, protocoliza. A ver qué pasa.

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