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Emilio Campmany

Personalmente di persona

Para los demás españoles, no hay esperanza. Ni Zapatero, ni quien pudiera sucederle, ni Rajoy harán nada de lo mucho que habría que hacer.

Andrea Camilleri, comunista y creador de Montalbano, inventó como contrapunto a su héroe una antítesis, un opuesto, el agente Catarella, de una cortedad entrañable, un idiota cándido que enseguida despierta la simpatía del lector. A Catarella, cuando alguien pregunta por Montalbano o le telefonea, le parece que debe aclarar que lo hace "personalmente", para evitar que pueda pensarse que lo hace otro mediante. Como esta aclaración le parece poco, añade que lo hace personalmente di persona, para que no haya la más mínima duda. A Montalbano y al lector cómplice le hace gracia tanta redundancia bobalicona, a fin de cuentas inofensiva.

Es inevitable acordarse de Catarè cuando uno lee en El País (dónde si no) la manera en que Zapatero explica cuando y cómo decidirá si presentarse a un tercer mandato: "la decisión sobre mi candidatura electoral será muy personal". Porque a Zapatero no le basta decir que la decisión será personal, sino que quiere aclarar que será muy personal, o sea, que la tomará personalmente di persona. Francamente, me gusta más la expresión de Catarè que la de nuestro presidente, pero es obvio que al inquilino de La Moncloa no le escribe los guiones Camilleri, sino Suso de Toro.

Con todo, no basta querer presentarse. Luego hace falta que los órganos del partido quieran colocarle a uno en el puesto que se quiere, en este caso el primero de la lista de Madrid, que equivale en la parte de nuestra Constitución no escrita a ser candidato a presidente de Gobierno. Así que no es suficiente decidir nada personalmente di persona. Hacen falta las decisiones, igualmente personales, de otros individuos que Zapatero puede ser o no capaz de controlar.

El caso es que, tenga o no nuestro presidente la voluntad de ser candidato, el asunto apenas nos incumbe. Ningún socialista, sea Zapatero o cualquier otro, impondrá las reformas institucionales y económicas que el país necesita. De afectar a alguien, tan sólo lo hace a Rajoy. Si ZP quiere presentarse y su partido le deja, Mariano será presidente sin casi haber levantado los ojos del Marca. Y, si decide personalmente di persona no hacerlo, casi cualquier otro aspirante que elijan los socialistas vencerá a un PP que basó su estrategia en oponerse a Zapatero, nunca al PSOE ni a su programa. Para los demás españoles, no hay esperanza. Ni Zapatero, ni quien pudiera sucederle, ni Rajoy harán nada de lo mucho que habría que hacer.

Tan sólo cabe la remota esperanza de que alguno de la vieja guardia socialista que tuviera la astucia y el arrojo de imponerse, careciendo de futuro político por obvias razones de edad, se decidiera a hacer lo que hay que hacer por el gusto de pasar a la Historia como quien impidió que España se jodiera, si es que no se ha jodido ya. Y eso siempre que encontrara en el PP un sucesor de Rajoy que estuviera dispuesto a ser un humilde colaborador de la misión. Un imposible.

Estar mientras tanto pendiente de las decisiones que pueda tomar Zapatero personalmente di persona es tanto como quedarse mirando al cielo a ver si llueve mientras se nos incendia la casa. Lo que habría que hacer es llamar a Ferraz y a Génova y preguntar por los bomberos. Otra cosa es encontrar a alguno que quiera ponerse al teléfono.

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