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José Antonio Martínez-Abarca

Gómez es Zapatero

Gómez no representa a lo peor del socialismo porque le hayan apoyado los felipistas, sino porque representa sencillamente al socialismo, algo tan capaz de solucionar los desafíos del hombre contemporáneo como una peña de casino decimonónica.

Me temo que el sobrevalorado "no" de Tomás Gómez a Zapatero no es ningún advenimiento del "tomasismo" ideológico que vaya a salvar al PSOE de Zapatero y de las encuestas de voto, porque el "tomasismo" ideológico no existe ni, con el nivel intelectual y moral del personaje, puede existir, y además gómeces insignificantes hay muchos por ahí. Gómez no es sino un zapaterista de carril más que tuvo un acceso de vanidad cuando Zapatero le pidió que se quitase, no un héroe, ni un estadista, ni un reformista, ni un portador de aire fresco, ni nada salvo el acostumbrado estafermo sociata aleccionado en cuatro prejuicios y sin ninguna respuesta útil, pero es que ninguna, para los problemas de la sociedad moderna. Es el clásico bromista de izquierdas que habla de "devolver el poder" (sic) en Madrid a la "mayoría social", como si la mayoría social, salvo que haya otra escondida en zulos y cuevas, no fuera ahora mismo feroz y abrumadoramente anti-PSOE. No es el hombre que le dijo que no a Zapatero, sino el hombre que le sigue diciendo que sí a Zapatero menos cuando éste quiso poner a una amiga suya y amenazar su futuro sueldo público. Parece olvidarlo la prensa.

La prensa presenta a Gómez estos días como si fuera una nueva vía ignota al socialismo, como una nueva idea aún desconocida, prácticamente como una instantánea regeneración desde dentro frente al zapaterismo decadente. Pero no. Esta mercancía que nos están vendiendo es de una grotesquería indescriptible. No hay ninguna diferencia ni programática ni de ningún otro tipo entre Tomás Gómez y Zapatero, entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez, entre Tomás Gómez y la chupa de Trinidad Jiménez, entre Tomás Gómez y Rubalcaba, entre cualquier cosa que ahora mismo lleve encima el baldón de las siglas PSOE y todo lo que está siendo negativo para el país. Todo es lo mismo dentro de ese partido, a efectos de que los españoles volvamos a caer en sus zarpas en cualesquiera elecciones, internas, externas, autonómicas, generales o mediopensionistas: comparten todos en el socialismo las nuevas ideas que no tienen, su única vía novedosa hacia el progresismo es idéntico callejón sin salida y la decadencia va en el carné. Detrás de Gómez se ve a Trini como detrás de Trini se trasluce Zapatero como detrás de Zapatero se echa de ver a Bono y más allá el desastre del socialismo como cosmovisión. No hay nada que hacer. Y, esperanzadoramente, esta mercancía que viene averiada de fábrica parece que tiene ya poco que hacer ni en Madrid ni en España.

Gómez no representa a lo peor del socialismo porque le hayan apoyado los felipistas, como editorializa subrepticiamente algún periódico, sino porque representa sencillamente al socialismo, algo tan capaz de solucionar los desafíos del hombre contemporáneo como una peña de casino decimonónica. Es una candidatura prematuramente fracasada porque su partido sólo merece el desalojo urgente de cualquier tarea gubernativa, y lo es porque la idea del mundo de los abonados de este partido es impracticable.

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