La versión socialista de las elecciones primarias norteamericanas es ridícula. Nada tiene que ver el sistema de partidos políticos de España con EEUU. Nada de esto mueve el interés de los ciudadanos españoles asqueados del actual Estado de partidos. Tampoco termina con la desafección ciudadana hacia unas instituciones políticas, cada vez más vacías de sentido democrático, como los actuales partidos al servicio de un único jefe. En verdad, pocas veces entusiasma a nadie el conocimiento de la vida interna de los partidos políticos. Al margen de los militantes socialistas, no creo que sean muchas las personas que se interesen por la maraña de luchas internas entre renovadores de la base y socialistas de la nada, entre zapateristas y barones regionales, en fin, Zapateros contra Zapateros.
Si los engaños y trampas entre los conmilitones de todos los partidos son constantes, en el caso del PSOE son la base de su existencia. Trasladar al cuerpo electoral sus miserias ha sido casi siempre otra de sus señas de identidad de su accidentada historia; Julián Besteiro no es el único ejemplo de gran político socialista abandonado y, aún peor, perseguido por sus correligionarios. Pareciera que el resentimiento es la sangre que corre por ese partido. Las mentiras y navajazos son las principales armas entre los compañeros socialistas para conseguir un puesto en la cúpula dirigente. La vida del político profesional socialista es dura y, sobre todo, ingrata; se diría que, después de casi siete años de engaños y mentiras de Zapatero, nadie respeta al político socialista en particular ni por su trabajo ni por su eficacia. Ese desprecio al socialista se extiende al resto de la casta política; más aún, se diría que al político nadie le quiere. Sólo se le teme. Provoca miedo, a veces, por su planteamiento ridículo y ajeno a la realidad.
Por eso, sin duda alguna, no hay en España líderes políticos genuinos. Ni siquiera esta pelea entre gallitos del PSOE de Madrid me hubiera llamado la atención, en verdad, si no hubiera sido porque sólo tenía un objetivo: buscar un candidato perdedor (sic) para enfrentarse a Esperanza Aguirre. No se trata de que las primarias del PSOE de Madrid hayan creado ruido y un alevoso debate democrático, que sin duda alguna lo han ocasionado, sino que están montadas para estigmatizar a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Curioso. Todo un montaje para cuestionar la excelencia, pues que a nadie se le ocurre cuestionar que Aguirre es una las pocas políticas, en España, con capacidad de liderazgo y carisma democrático.
Cosas peores, desde luego, se han visto en la historia del PSOE, pero esta jugada para deslegitimar a una de las políticas más coherentes y sensatas que ha dado España, en las últimas décadas, mueve tanto a la hilaridad como al desprecio de quien ha organizado este aquelarre de primarias, que no es otro que Zapatero. Risa, sí, provoca Zapatero, porque, independientemente del ganador de Madrid, él sale debilitado de este proceso. Se han hecho primarias en Madrid, en efecto, porque Zapatero quiere sacar fuera del tablero político a Aguirre, pero, al final, el principal deslegitimado es el presidente del Gobierno. Que gana Trinidad Jiménez, dirán los de Tomás Gómez, será porque se ha impuesto toda la maquinaria del partido a su servicio; que gana Tomás Gómez, pues que nadie lo dude, Zapatero tendría que poner pronto su cabeza a buen recaudo. ¡Es de risa o no!