Rafael Correa y el falso golpe de estado
¿Qué secuestro es ese en el que el "secuestrado" acude al sitio del "secuestro", permanece al habla con todo el mundo –al mando del país– y es entregado indemne pocas horas después, sin un rasguño, por sus "secuestradores"?
Demasiadas preguntas sin respuesta razonable para que el show montado este jueves por el presidente ecuatoriano Rafael Correa, y al que algunos han llegado a llamar, en su frenesí, "intento de golpe de estado", resulte creíble. Pero antes de enmarcar el montaje cabe aclarar, sucintamente, las razones por las cuales el regimiento policial de Quito montó en cólera, al punto de desafiar al Ejecutivo.
El veto de Correa a una "Ley Orgánica del Servicio Público" fue el detonante de la violencia. El proyecto de ley aprobado por el parlamento ecuatoriano no incluía el acápite relativo a la policía, que fue introducido a última hora por el presidente. El veto presidencial, constitucionalmente contemplado, no podía incorporar, sin embargo, temas que no hubieran sido discutidos previamente en el pleno de la Asamblea, y la eliminación de los reconocimientos económicos que obtenían los policías y militares no lo había sido. Así que la del presidente fue una burda imposición anticonstitucional.
En esta cuerda, ¿por qué Correa provocó a los policías amotinados acudiendo al lugar del conflicto y desafiándolos histéricamente? Y sobre todo, ¿cómo podía imaginar el presidente que iba a persuadir a los amotinados invadiendo su casa, abriéndose la camisa y dándose golpes de pecho, como un vulgar matón de barrio o un histrión de teatro bufo? ¿Por qué el Gobierno censuró durante todo el día a las emisoras de radio y televisión privadas? ¿Qué secuestro es ese en el que el "secuestrado" acude al sitio del "secuestro", permanece al habla con todo el mundo –al mando del país– y es entregado indemne pocas horas después, sin un rasguño, por sus "secuestradores"? ¿Cómo es posible que tras ser "rescatado" supuestamente bajo una "lluvia de balas", apenas cinco minutos después el presidente emergiera impoluto en el balcón presidencial, de cuello y corbata, enfundado en un traje impecablemente planchado, reluciente como un anuncio de Versace? ¿A qué se dedicó Narciso, además de hablar por teléfono, durante el medio día de su autosecuestro? ¿A maquillarse frente al espejo del cuarto de baño?
¿Se aprovecharon los estrategas castrochavistas de la indignación del regimiento de Quito para montar el show de este 30 de septiembre? Todo parece indicar que sí. Ahora, escudado en el autogolpe mediático de este jueves, Correa querrá radicalizar todavía más el "proceso revolucionario" que ya padece Venezuela y desde hace más de medio siglo sufren los cubanos. La censura televisiva implementada con relativa facilidad ayer, a todo lo largo y ancho del país, insinuaría, en este orden de cosas, que Ecuador está listo para encajar "el socialismo del siglo XXI". ¿Pero lo está realmente?
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