Más de una vez los lectores de Libertad Digital me han recriminado hablar de los jueces próximos al PSOE y de los afines al PP refiriéndome a ellos con las expresiones "progresistas" y "conservadores". La regañina se funda en que es una terminología impuesta desde la izquierda que ve el término "progresista" como algo positivo y la expresión "conservador" como negativa. Yo la empleo porque es la generalmente admitida, pero por qué haga yo las cosas carece de importancia. La cuestión es que en esto y en muchas otras, la derecha se ha acostumbrado a observar los fenómenos políticos con las palabras de la izquierda. Y lo terrible es que, al emplear sus palabras para denominar las cosas, acepta igualmente verlas a través de sus ojos, que deforman la realidad tanto cuanto sea necesario hasta conformarla a sus intereses. El domingo teníamos un buen ejemplo en los periódicos.
Titula El País: "El Tea Party asedia Washington. La victoria de los extremistas en Estados Unidos convierte las elecciones legislativas de noviembre en una lucha entre la civilización y la caverna". Lo de "una lucha entre la civilización y la caverna" se figura un pelín exagerado, pero siendo El País un periódico de izquierdas parece normal lo que en verdad es una flagrante deformación de la realidad. Menos choca que Público califique el movimiento de "ultraconservador". En realidad, a los dos les pasa que todo lo que es de derechas les parece ultra algo, lo que a veces les hace parecer algo ultraestúpidos.
Lo curioso es que la prensa de derechas les hace el juego. El Mundo, ABC, yLa Razón dan la misma información, la intención de Sarah Palin de presentarse a las elecciones presidenciales de 2012, calificando el movimiento al que pertenece, el "Tea Party", de "ultraconservador". Lo de El Mundo tiene un pase porque ya sabemos que no le gusta parecer de derechas. Lo de ABC y La Razón tiene menos justificación. Mucho más cuando nunca hablan de Obama como "ultraizquierdista" o "radical de izquierdas", que es como lo describe la derecha norteamericana. La cosa llega a preocupar cuando uno se asoma a las páginas de La Gaceta y encuentra el mismo adjetivo, "ultraconservador", para referirse al mismo movimiento.
Evidentemente, el "Tea Party" hay que encuadrarlo dentro de la derecha del Partido Republicano. Pero eso no lo convierte en ultra ni en cavernícola. Son gente de derechas, ni más ni menos. Y eso no las hace peores, ni mucho menos, a las de izquierda de allí o de aquí. Sí son bastante mejores de las de extrema izquierda que hemos de soportar en Europa, en general, y en España en particular. Porque la extrema izquierda existe. Son de ideología radical, de inspiración marxista y tendencia antidemocrática, que encuentran amplia protección y eco en los medios de la izquierda y que nunca se ven denunciados, ni siquiera en los medios conservadores, porque hacerlo conlleva el riesgo de ser tildados de ultras o simplemente de derechas, que es hoy tanto como un insulto.
La solución, por lo tanto, no sólo ha de consistir en rechazar la terminología que impone la izquierda sino también las lentes, ultradeformadas, a través de las cuales pretende ésta que todos veamos la realidad para que sea "su" realidad. Empecemos a poner algunas cosas en su sitio. El "Tea Party" no es más que un movimiento conservador y el corresponsal de El País en Washington un ultraizquierdista.