Añado: lo importante no es lo que se quema durante el ejercicio, sino lo que se quema después del ejercicio. El gran error de los últimos años ha sido estudiar lo que pasa durante el ejercicio (quema de grasas) sin estudiar lo que pasa después del ejercicio (acumulación de grasas debida a esa quema de grasas).
Esta teoría es la clásica y debo decir, sin ánimo de ofender, que es incorrecta. Lo he comprobado en mí mismo, en mis hermanos, y en mucha gente, incluyendo corredores de maratón y monitores de ciclo indoor que están realmente obesos: los ejercicios aeróbicos a intensidad media no adelgazan. Y la explicación la encontré leyendo a Al Sears: si quemamos grasa al hacer ejercicio, el cuerpo se acostumbra a almacenar grasa. Sin embargo, sin hacemos ejercicio a alta intensidad durante breves intervalos, no quemamos grasa durante el ejercicio, sino ATP, pero al finalizar el ejercicio el cuerpo se tira horas quemando grasa para reponer esa energía que hemos quemado y, además, se acostumbra a almacenar ATP, en lugar de grasa. Aplicando esto he logrado adelgazar más en los últimos 8 meses de lo que había logrado en los anteriores 12 años. Don Manuel, le sugiero que lea a Al Sears o al Dr Joseph Mercola para más información al respecto y, por supuesto, que pruebe los métodos que ellos proponen o los pruebe en algún paciente, y verá como en un solo mes logra más pérdida de grasa que con los tradicionales aeróbicos a intensidades medias en un año.
Jlh, me ha hecho usted buscar qué es eso del ATP, una molécula de la que los músculos obtienen directamente energía. No lo sabía. Sí diré, no obstante, que practico habitualmente deporte, superando el 70% de mi frecuencia cardiaca máxima, y que sí es cierto que hay una especie de efecto reflujo: parece que el organismo hace desgaste tras el ejercicio, los días siguientes, no durante. Me relaciono con personas que hacen deporte, y es asombroso constatar la cantidad de gente de entre cuarenta y sesenta años que hay, capaz de correr distancias de entre 10 o 20 kiómetros a ritmos que muchos veinteañeros no aguantarían, y que sin embargo lucen lorzas y barriguitas. No es el caso de Aznar, ciertamente.