Opiniones libres
No deja de ser curioso que ahora España sea menos independiente que nunca por lo que respecta a la política económica. Ante esa realidad, los separatismos llegan tarde, y no digamos cuando se apoyan en las amenazas o los atentados terroristas.
Parece que nuestro sistema político se fundamenta en la multiplicidad de opiniones, pero ese principio se aplica con alguna cortedad. Lo que llamamos "opiniones" más o menos libres se reducen muchas veces a simples "declaraciones" de los portavoces de los partidos o equivalentes. Peor es cuando emanan de los "turiferarios" (= los que manejan el incienso) del Gobierno. Cierto es que la ubicua red internética rebosa de opiniones. Sin embargo, obsérvese que muchas de ellas son calcos mostrencos (= sin autor) de lo que generosamente circula por la red. Por eso se agradece que en esta seccioncilla se reciban opiniones auténticas, libres, espontáneas. Se me perdonará la autocita, pero en mi último libro, Memorias y desahogos, en buena parte es un ejercicio de dar sentido a mis opiniones. Al final, uno es lo que piensa, lo contrario de la divisa de Descartes (cógito, ergo sum).
Pedro M. Araúz Cimarra, antiguo alumno de Areneros (colegio de jesuitas de Madrid) recuerda con horror la quema de la biblioteca del ICAI el 11 de mayo de 1931. Se quemaron 80.000 libros, algunos incunables, ante la indiferencia de la fuerza pública. Tengo para mí que en esa fecha empezó propiamente la guerra civil. Otro episodio lamentable del mismo estilo fue la quema de la biblioteca de la Universidad de Oviedo en 1934. Ese tipo de sucesos serían hoy impensables, gracias a Dios. Por eso resulta tan prepóstero que se amenace con un tiro en la nuca a un político catalán (Albert Rivera) por parte de un facineroso separatista.
José María Navia-Osorio (un alma gemela) se muestra muy pesimista respecto al pueblo catalán. Cada día ve más clara la secesión de Cataluña. Yo también soy pesimista pero por otra razón. Los nacionalistas catalanes de los distintos partidos no quieren la independencia de Cataluña sino un estatuto de privilegio dentro de España. Es lo que prácticamente han conseguido ya después de un siglo de amenazar con la independencia. No deja de ser curioso que ahora España sea menos independiente que nunca por lo que respecta a la política económica. Ante esa realidad, los separatismos llegan tarde, y no digamos cuando se apoyan en las amenazas o los atentados terroristas.
Don José María se queja del barroquismo del lenguaje parlamentario, por ejemplo, con ocasión del homenaje a las víctimas del terrorismo por parte del Congreso de los Diputados. Recibieron el "apoyo más unánime", como si la unanimidad admitiera grados. Se ensalzó el "heroísmo de las víctimas", como si su penosa situación pasiva significara algún tipo de heroísmo. Tiene razón mi cuate de Oviedo. En la cuestión del terrorismo hay que dejarse de palabras altisonantes y acabar con los terroristas. Una buena iniciativa de don José María es que, de vez en cuando, alguna de las víctimas del terrorismo recibiera una llamada telefónica del Rey preocupándose por su situación. Aplaudo la sugerencia. Tampoco está la Monarquía rebosante de legitimidad.
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