Colabora
Emilio Campmany

Proceso democrático

Sólo nos queda por ver si lo que la ETA está haciendo es una mera pantomima y, una vez que se le haya permitido participar en las elecciones municipales, volverá a las andadas.

Uno de los logros de la era Zapatero ha sido el de dividir a la sociedad española respecto al terrorismo. Mientras el votante del PSOE cree en la salida pactada como la única posible, el votante del PP reniega de ella porque piensa que implica la postración del Estado. Los primeros creen que la mera existencia de la ETA prueba la de un conflicto previo que hay que resolver mediante una paz negociada. Los segundos están convencidos de que los terroristas no son más que criminales que no merecen un trato distinto del que se da a otros delincuentes.

Ambos se equivocan. Es verdad que la ETA es "algo más" que una banda de delincuentes. Lo demuestra el hecho de que sus organizaciones políticas, cuando se les ha permitido presentarse a las elecciones, han obtenido un respaldo de entre un diez y un quince por ciento del electorado del País Vasco. Pero también es cierto que un conflicto de esta naturaleza no tiene por qué acabar con una negociación. En Gran Bretaña recurrieron a este expediente con el IRA, pero Italia y Alemania supieron liquidar sus Brigadas Rojas y su Baader Meinhof sin tener que pactar nada. 

En cualquier caso, los españoles, a través de sus gobernantes, intentamos una salida negociada durante la Transición dando por hecho que el conflicto que provocó el nacimiento de la ETA lo era entre el nacionalismo vasco y el régimen de Franco, lo que permitía, una vez desaparecido éste, intentar una paz negociada. Rechazada esta solución por parte de la ETA, los españoles decidimos que la democracia y la autonomía recién implantadas privaban a la ETA de toda legitimidad y correspondía tratar a sus militares como vulgares criminales.

Después de cuarenta años de asesinatos, esta estrategia estaba en 2004 a punto de dar el beneficio deseado, la total desarticulación de la banda sin haber concedido más de lo que se concedió durante la Transición. Pero llegó Zapatero y decidió que ese final sería tanto como atribuirle el éxito del fin de ETA a Aznar y eso no podía ser. Entonces se abrió una negociación absurda donde una ETA más debilitada que nunca prometía dejar de hacer lo que ya casi no era capaz de hacer a cambio de que el Estado le concediera lo que hasta entonces jamás había estado dispuesto a conceder. Hasta tal punto se ve que el Gobierno controla la situación que el propio Rubalcaba le ha quitado la escolta a personas amenazadas por ETA justo unas horas antes de que ETA declarara la tregua.

La verdad es que no importa mucho que a Aznar le roben el éxito de haber acabado con la banda con medios exclusivamente democráticos. Lo que importa es que España se habrá plegado a parte de las exigencias de los terroristas innecesariamente. Sólo nos queda por ver si lo que la ETA está haciendo es una mera pantomima y, una vez que se le haya permitido participar en las elecciones municipales, volverá a las andadas o si es verdad que está tan debilitada que firmará poco antes de las elecciones de 2012 el fin definitivo de su acción violenta a cambio de lo que ellos llaman "proceso democrático" y que vaya usted a saber qué concesiones implica. Si finalmente es así, lo hará por estar tan débil que ya veremos si no tiene Rubalcaba que llevarle la mano a los terroristas por no tener ya éstos ni fuerza para firmar un papel. Pasados los años de luto, nos toca vivir los de la ignominia.

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