Un negocio bien formal
Algunos gobiernos árabes no tienen ningún escrúpulo en mercar con la vida de miles de jóvenes que tratan de huir de la miseria, al tiempo que juegan con nuestros propios miedos a las consecuencias de una inestabilidad generalizada de la región.
El líder libio Muammar al-Gaddafi se encuentra en Roma representando el papel de Muammar al-Gaddafi. No hay por lo tanto que extrañarse de sus actos y declaraciones, ejemplo siempre de su singular personalidad. Pero más allá de sus habituales extravagancias, Gaddafi ha viajado para hacer negocios. Ha planteado al Gobierno italiano y a la Comisión Europea que deberían, deberíamos, hacerle llegar la módica cantidad de cinco mil millones de euros como contrapartida a su esfuerzo por controlar la emigración ilegal hacia Malta y Sicilia.
No es ningún secreto que un joven sin recursos que viva en el Norte de África tiene pocas opciones para salir adelante que no pasen por la emigración a Europa. Aquellos que han accedido a una cierta formación pueden plantearse el tratar de transformar sus países, pero ése es un negocio arriesgado y reservado a una minoría. La masa humana que trata de encontrar una vía para disfrutar de una vida normal, disponer de un trabajo digno y poder sacar adelante una familia está transformando la diplomacia regional al generar nuevas expectativas de negocio. En cierta medida estas corrientes migratorias se están convirtiendo en un "recurso natural" para aquellos países limítrofes con el "Estado de Bienestar occidental". En castellano sencillo lo que Gaddafi ha planteado es un "chantaje": o me pagas un impuesto revolucionario disfrazado de ayuda al desarrollo o mi policía hará la vista gorda y miles de pateras llegarán a vuestras costas.
¿Verdad que esta historia le suena familiar? Algunos gobiernos árabes no tienen ningún escrúpulo en mercar con la vida de miles de jóvenes que tratan de huir de la miseria, al tiempo que juegan indecentemente con nuestros propios miedos a las consecuencias de una inestabilidad generalizada de la región. Es evidente que la solución pasa por que estos países se desarrollen política, social y económicamente hasta el punto de crear los puestos de trabajo que las nuevas generaciones demandan. Para ello es necesario inversión... y aquí estamos nosotros, talonario en mano aportando los capitales necesarios. El mismo talonario que se vuelve a exigir que saquemos para frenar la emigración, para contener el fundamentalismo islamista o para lo que resulte conveniente en cada ocasión.
Podemos criticarles por inmorales y falta de pudor... pero a la postre somos nosotros, desde nuestra inseguridad y cobardía, quienes les estamos enseñando el camino a seguir. Se lo ponemos en bandeja y ellos extienden la mano. Gaddafi no descubrió este negocio, sencillamente lleva años viendo como la monarquía alauita lo viene practicando con indudable éxito y no va a ser tan tonto como para renunciar a un negocio tan fácil. No nos engañemos, tenemos lo que nos meremos.
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