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Gabriel Moris

Reabrir el 11-M

Sin conocer la verdad, España seguirá sin argumentos para demostrar que en ocasiones se comporta como un colaborador más o menos fiel del terrorismo.

Todas las investigaciones se han dirigido hacia la vía islamista y los resultados hasta hoy no la confirman ni como la única ni como la más fiable. El próximo día 11 de septiembre se cumplen seis años y medio del atentado. Los autores del mismo, no identificados, pueden darse por satisfechos pues, según mi percepción, hasta hoy están consiguiendo los objetivos –de anonimato e impunidad– que sin duda se fijaron. La actitud del denominado estado de derecho, silenciando y olvidando la masacre, es incomprensible desde cualquier punto de vista. Los tres poderes que conforman dicho Estado han perpetrado un simulacro de búsqueda de la verdad, pero cuál no será la gravedad de la misma, que han preferido desistir de todo intento serio para desvelarla y tratarla con el rigor que merece, a pesar de ser el mayor atentado político de nuestra historia.

El cuarto poder, aliado inseparable de los más poderosos, ha contribuido de forma decisiva a difundir la mentira narrada, así como al silencio y los olvidos posteriores. En este ámbito, es justo reconocer la excepción de algunos medios de comunicación y de algunos profesionales libres y de recta conciencia. Gracias a ellos hemos podido conocer con pruebas sacadas del sumario, de la comisión parlamentaria de investigación, del juicio y de la sentencia, que la denominada versión oficial de los hechos no aguanta un análisis riguroso y no está apoyada en pruebas y hechos incontrovertibles.

Según George Orwell, ex brigadista en España durante la Guerra Civil, "el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades, el asesinato una acción respetable, y para dar al viento apariencia de solidez".

Si el crimen perpetrado el fatídico 11 de marzo fue un atentado político, el lenguaje utilizado desde aquel día respondió a un lenguaje político. Todos lo recordamos. "Ha sido un atentado de ETA". "En los trenes han aparecido terroristas suicidas". "Ha sido un atentado islamista relacionado con la guerra de Irak". "Si el atentado se ha cometido con Goma 2 ECO la autoría es islamista, y si se trata de Titadyn es imputable a ETA". "Pásalo, pásalo".

Podríamos citar muchísimas más frases y gestos con los que se trataba de confundir a unas víctimas abatidas por la tragedia y a un pueblo que de la noche a la mañana se encontró huérfano de una clase política que sólo pretendía alzarse con el triunfo en las elecciones celebradas tres días después. Total, para introducir los cambios sociales y políticos sobrevenidos. Pasados seis años y medio y después de la sentencia ratificada por el Tribunal Supremo, podemos constatar que las mentiras parecen verdades, pero el hecho es que desconocemos la verdad de lo ocurrido. Fecha inolvidable para algunos de nosotros y merecedor del más absoluto olvido para nuestros representantes políticos, legislativos y judiciales. "España no se merece un Estado que nos mienta". Esta podría ser la frase actualizada del Sr. Rubalcaba.

El asesinato masivo se nos presentó como un hecho respetable y que respondía a una lógica: Irak, las Azores, la explotación del mundo musulmán por Occidente, etc. Las condenas hacia los terroristas fueron menos enérgicas que hacia los que ejercían la acción de gobierno. El juicio de la Casa de Campo se realizó bajo una instrucción que no podría resistir un análisis mínimamente serio. Todo lo realizado en torno al atentado ha sido una auténtica "burbuja gaseosa" para darle a las investigaciones y al tratamiento judicial una apariencia de solidez y de veracidad. Por tanto, la cita de Orwell resulta aplicable a los crímenes del 11-M. Parece que respondieran a una patente de determinados grupos a los que les resulta casi imposible cambiar los viejos métodos utilizados para sojuzgar al pueblo llano.

Al día de hoy, seguimos sin saber la verdad y el proceso judicial parece cerrado con el beneplácito de todos, víctimas, ciudadanos, clase política y sus múltiples terminales mediáticas. No obstante, desde la pérdida de nuestro hijo para nosotros no existe nada más importante que aclarar la masacre y castigar a los responsables, tanto de su ejecución como de su ocultación. Pedimos con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra energía que se abra de una vez por todas la investigación del 11-M. Sin conocer la verdad, España seguirá sin argumentos para demostrar que en ocasiones se comporta como un colaborador más o menos fiel del terrorismo.

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